Apaga el televisor, se levanta, necesita escribir. No sabe que día es, se asoma por la ventana, el día es rojo. Perfecto, es martes, quizás hoy pueda escribir su obra maestra. Se sienta en su banco alto sin respaldo, abre su libreta sobre su restirador de dibujante, sostiene un lapicero sobre la hoja blanca reciclada. Nada. Lo único que se le ocurre es una nota de suicidio dedicada al conductor del bus que lo dejó esa mañana. “Querido inmundo conductor del bus que me dejó esta mañana, quiero hacer de su conocimiento que ha sigo la grasosa gota que derramo mi vaso, he decidido quitarme la vida de manera dramática e innecesariamente aparatosa gracias a usted. Espero que el remordimiento los persiga, a usted y a su familia, el resto de su vida. Puto tú.” Arranca la hoja, es una pésima carta suicida.
Camina a la cocina para servirse una copa de ginebra, el alcohol nunca le ha ayudado a escribir, quizás ese día lo haga. La botella de ginebra esta vacía.
–Harvey ¿Qué te he dicho que debes hacer cuando te termines el licor? –Me importa un pezón lo que me hayas dicho –Responde una gorda caricatura blanca con gabardina y sombrero, su estética rudimentaria consiste en una paleta de tres colores, negro, blanco y amarillo -. Solo tienes que comprar una nueva, yo soy el que lo paga, lo menos que puedes hacer es comprar otra cuando te la acabas –No me eches en cara lo que pagas por una puta botella de ginebra, soy el mejor detective de la ciudad, en cuanto llegue un caso te pagare mil jodidas botellas de ginebra y te abofeteare con el pene para que sientas cuando te lo restriegan en la cara –Consigue un caso este mes o te vas del departamento –La que se debería ir es esa miniputa con complejo de estéreo, desde que llegó no ha puesto ni un dólar y no hace mas que reproducir las mismas pinces diez canciones –Violeta es una niña, sabes que no puede evitar la música, es parte de la ambientación de su escena, no es algo voluntario; además aquí nadie usa dólares, entiéndelo –¡Al carajo, me voy a los galgos! –Se retira enojado, toma una cobija del sillón, la avienta sobre violeta, la cobija la cubre amortiguando el sonido de “Not about love”, debajo de la cobija una lagrima se le escapa, el resplandor salado se ve a través de la cobija. Harvey azota la puerta. Violeta no se mueve, se alcanza a escuchar su voz en murmuro –La melancolía es atrevida, aguerrida. La melancolía se muestra por sobre las palmas que intentan taparla; se escucha por sobre las risas que intentan disfrazarla. Se declara sola sin invitación. Nunca me apenare por ella –Ya se fue Violeta, no puede escucharte –responde el literato fatigado.
Samael regresa al texto. “Querido repugnante conductor del bus que me dejó ayer…” Escribe. |