Capullo del Llano
Para Ana Yris
Por ditvs

Era la última de tres hijas de un matrimonio campesino del pueblo de Bum Bum. El verano se alargaba en demasía y la plaga acechaba desde las charcas invadiendo el caserío para hacerlo suyo por completo poco antes de las doce del mediodía, de cada día.

Ella se había acostumbrado a permanecer muy tranquila en el chinchorro dónde dormía y dónde pasaba la mayor parte del día. Por las Tardes, el sol atravesaba oblicuo por entre las ramas de las acacias floridas llegando a colarse por los hilos del chinchorro dentro del cual Ana Leticia jugaba halando hebras de costuras de mecate. Era un capullo de mariposa que dejaba ver sus pequeñas alitas cuando intentaba agarrar los rayos del sol.

Ana Leticia había entendido a la corta edad de dos años, que sus hermanas requerían más atenciones de su madre, quien de vez en cuando se asomaba para revisarla y atenderla con el cambio de pañales. Además, casi todos los días a media mañana, la dejaban tomar el sol, tendida boca abajo sobre la crecida grama del jardín de la casa, pero cuando la plaga se hacía insoportable la volvían a meter en el chinchorro.

Y así, mientras la niña crecía en el chinchorro, comenzó a pensar y a sentir como crisálida: pasado de oruga, presente de capullo y futuro de alada mariposa.

Un día, cuando la mamá vino a verla al chinchorro encontró que la niña se había ido volando a coquetear con las flores de la sabana.