Extraño suceso

Corría el año 1965. Era verano. Me hallaba recostada en la arena, observando el mar y dispuesta a disfrutar de mi ansiado descanso. De pronto, escuché que alguien solicitaba ayuda. Algunas personas comenzaron a correr, y yo, sin dudarlo, me acerqué para ver qué ocurría.
Al llegar, vi que intentaban reanimar a un hombre que había sufrido un desmayo. Su primera reacción, al despertarse, fue preguntar dónde se encontraba. Creo que padecía de amnesia. Llevaba una llamativa barba blanca; su vestimenta se veía atípica para caminar por la playa: traje gris y zapatos negros.
Tomé su mano y quise tranquilizarlo. Me miró a los ojos; estaba angustiado. Hablaba de los peligros de sumergirse en el mar. Sabía mi nombre y deseaba hacerme una advertencia que no logré comprender. Recuerdo que pensé que el pobre anciano se hallaba muy trastornado.
De pronto, sacó unas fotografías de uno de sus bolsillos, y a pesar de lo ajadas que se hallaban me reconocí en ellas. En las fotos llevaba el mismo traje de baño que tenía puesto en ese momento. ¿Por qué él las tenía en su poder?
Me entregó un sobre. En ese momento llegó una ambulancia y lo trasladaron a un centro asistencial.

Un joven se acercó; yo le comenté el suceso que había presenciado. Conversamos; él me tomó algunas fotografías. Al despedirnos, intercambiamos los números de teléfono para llamarnos al día siguiente.
Se me ocurrió nadar un rato, entonces recordé el sobre que me había dejado el anciano. En su interior encontré un recorte periodístico amarillento:” Una mujer fallece ahogada en Playa Esperanza”. A continuación, estaba mi nombre y algunos detalles de lo ocurrido. No lograba entender de qué se trataba todo aquello. Al otro día recibí un llamado de Esteban.

Hace cuarenta años que estamos casados. Él guarda celosamente las fotos que me tomó cuando nos conocimos. Es curioso. Se ha dejado crecer la barba; casi todos sus trajes son de color gris y siempre usa zapatos negros.