Se escuchaba el juego de los infantes, cerraban las persianas los vecinos del barrio, y arreciaba la noche posándose en la tarde, los pequeños pronto irían a sus hogares a recuperar las fuerzas de sus juegos.
Era domingo, dábase termino a la semana de noviembre, y los jilgueros suspiraban por los pecados no cometidos.

En mi cuarto mientras tanto, se tejía un abismo de presencias, de presencias que no eran, se habían marchado en el comienzo de la semana.

Quizá el abismo de recuerdos, nunca fue, quizá las presencias no lo eran.

En la calle pasaban las horas, y en el cuarto, un instante se eternizaba, las horas se esfumaron; el tiempo que tortura, se escondió en el juego de los chicos.

Ahora yace un recuerdo en la alfombra, lucifer está en las calles y los ángeles se toman un café con venus.