5 minutos tarde. Pisé el pedal del acelerador con fuerza. El motor rugió nuevamente y esta vez una transeúnte, con un vestido que parecía sufrir debido al cruel destino de delimitar un cuerpo tres tallas más grande de lo que puede soportar, refunfuñó inquieta por el ruido.
Tenía que llegar rápido a la oficina. Tenía una reunión que definiría muchas cosas, entre ellas mi nuevo cargo. Para mi suerte era verano, lo que justificaba el escaso tráfico de las calles, incluso en aquella gran avenida. Hacía calor y me estaba poniendo impaciente. El semáforo próximo acababa de cambiar a amarillo. -Puedo hacerlo- me dije. Seguía pisando el acelerador pero el semáforo no estaba de mi lado. Cambió a rojo y en dos segundos pude vislumbrar las opciones que tenía y sus consecuencias. Frené apresuradamente y el estruendo hizo que los demás transeúntes se molestaran y pusieran cara de “odio que hagan ruido en la calle cuando estoy tomando mi bonito café”. El hombre que conducía el auto que tenía derecho a pasar me miró más molesto aún y me dijo algo que no quise entender.
-Diablos- Exclamé enojada.
-Parece que alguien ha tenido un mal día.- Giré la cabeza hacia la derecha y noté que había otra moto junto a mí con un hombre que me miraba sonriendo.
-No es un mal día.- Dije sinceramente. –Es un mal momento, eso es todo.- Me giré hacia adelante sin ganas de entablar una mayor conversación con aquel hombre aún un poco agitada por lo que acababa de ocurrir. Miré la hora. Estaba 10 minutos atrasada.
-Me gusta tu casco. Es bastante… maduro.- Dijo riendo levemente. Lo imaginé mirando mi casco rosado lleno de flores que tuve que comprar el momento en que lo vi y del que ahora me arrepentía un poco. Me sentí avergonzada por un segundo. Luego me reí.
-Pues a mí me gusta el tuyo. Tan uniformemente negro y absolutamente único.- Dije mirando el suyo sonriendo.
El sonrió. Pude notar que era más o menos de mi edad. Un poco de pelo café se asomaba debajo de su casco en su frente. Tenía barba y ojos miel. Fue todo lo que pude ver antes de que la bocina de un auto interrumpiera mis entrometidos ojos y me alertara de que ya era hora de avanzar.
Aceleré, esta vez no tan fuerte y más calmada. Esperaba poder seguir mi camino sin más distracciones ni despistes. Estaba pensando en el bonito color que tenían los árboles en esta época cuando sentí la moto de nuevo junto a la mía.
-Estoy curioso.. ¿Es ese modelo de moto tan bueno como dicen?-
-Eh... la verdad no sé lo que dicen. Yo me la compré porque era bonita .- Dije un poco más concentrada en conducir que en hablar.
-Ya veo… - Los dos estábamos casi gritando para darnos a entender.
-¿A dónde te diriges?- Preguntó. Yo sabía que estaba mirando hacia adelante. Lo miré de reojo un poco, o mejor dicho, bastante molesta.
-Escucha… Perdón pero no tengo tiempo para
hablar, debí haber estado hace 15 minutos en la oficina.- Dije cortante y manteniendo la distancia con el auto de adelante.
-Bueno… ya no lo estuviste. ¿Qué importa?- Dijo
Lo miré asombrada.
-¡Como que no importa! ¡Es mi trabajo! Me despedirían y…- Sin querer desvié un poco la moto hacia la derecha. Ya no había duda; no podía hacer dos cosas a la vez. Al parecer no fui bendecida con el supuesto don que las mujeres tienen. Estaba enfadada. Sólo quería que ese hombre me parara de hablar.
-¿Te gustaría ir a alguna parte? Hay un lugar por aquí…-
Estaba anonadada*. Ahora yo era la que ponía cara de “odio que un chico en moto me hable y me invite a salir”
-¿No escuchaste lo que dije? ¡Dios! ¡No!- Gruñí y aceleré. En eso me di cuenta que el semáforo estaba en rojo. Frené con todas mis fuerzas y cerré los ojos instintivamente. Después del ruido los abrí. Seguía viva, tan solo un poco pasada de la línea. Suspiré y miré la hora. 20 minutos tarde.
-Para de mirar la hora, ya no llegaste. Además.. No te gusta tu empleo.-
Lo miré desconcertada. -¿Qué te hace pensar que me puedes decir eso? Me gusta mi empleo. Es más, me encanta mi empleo. No podría ser más feliz. Dije gritando.
-No. No me convences. Yo sé que te mueres por salir conmigo.-
-Voy a llamar a la policía por acoso.-
-Quiero verte intentar conducir y hablar por teléfono al mismo tiempo.- Dijo riendo
Luz verde. Por fin. Aceleré a más no poder. Luego me moví una pista a la izquierda sin señalizar. Noté el descontento del auto de atrás. Me gritó cosas no quería escuchar, pero que escuché después de todo.
La moto se había cambiado una pista a la izquierda también.
-Sabes, si es un mal día. Gracias.- Dije enojada.
-Sería uno espectacular si fueras conmigo.
-¡Como puedo lograr que me dejes en paz!- Me había pasado la calle por la que tenía que doblar.
-Veamos… podrías chocarme.-
Sus palabras resonaban en mi mente. No pestañé ni respiré. De verdad quería que se callara. Ahora mi objetivo no era llegar a la reunión. Tan solo quería.. Ganar.
-¿Qué pasa si lo hago?- Dije desafiante.
-Hazlo.- Dijo aún mas desafiante
-Lo haré.- Dije. Me sorprendió no ver ni una expresión de angustia por su parte. Es más, seguía con esa sonrisa tonta que al principio me pareció atractiva. Debió pensar que no me atrevería. Sin más preámbulos giré el manubrio a la derecha, sin medir consecuencias.
Todo ocurrió muy rápido y fue más o menos así: Mi moto, su moto, estruendo, su moto vuela, el salta, mi moto se cae, un auto de atrás casi pasa encima, bocinas, el cae sobré la solera, yo aplasto el suelo, mi brazo suena, un hombre sale de su negocio a mirar, me paro un poco mareada.
Cuando vi su moto destruida por el costado izquierdo y el tirado en el suelo percibí la gravedad del asunto.
-¡Santo cielo! ¿Estás bien?- Dije acercándome al cuerpo. Me sentía estúpida e irresponsable. Me dolía el brazo y tenía rasmillones por todas partes. Pero el estaba lleno de sangre y se veía claramente peor que yo. Permanecía allí con los ojos cerrados.
Llamé una ambulancia. Luego, miré mi reloj. 45 minutos tarde. Me lo saqué y lo boté por la alcantarilla.
-Yo… no sé qué decir. Lo siento, la ambulancia debe estar por llegar.- Dije angustiada y a punto de ponerme a llorar.
-No te preocupes, no te voy a demandar si sales conmigo.- Dijo abatidamente aun con los ojos cerrados. –Me llamo Vicente, gusto en conocerte.- Alzó lentamente su mano. Yo no pude evitar sonreír.
-Me llamo Emilia y odio mi empleo.- Dije estrechando la suya y aun sonriendo.
Fue el mejor día de mi vida.
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