Denominadores comunes de papeles viejos:
la encendida rebeldía idealista de la juventud,
hasta que el tiempo, ese pelotón insidioso,
(indiferente en su propósito de vital extensión)
y aunque no lo sepas, ni lo quieras aceptar,
te fue atestando de años, como especializado tahúr,
alejándote de las bullangueras calles donde provocabas,
dejándote la contemplación como única lucha,
y la reiterada umbrosa queja como arte constante.
En ramalazos de tardía juventud te niegas,
vociferando “debemos cambiar, así no se puede”,
sentado en la butaca de tu lujoso automóvil,
jurando ser el mismo librepensador de siempre,
que goza del amor binario de la última puta,
a la que le dice adiós a las siete y media de la tarde
en la oscuridad de la cochera del hotel para parejas,
para seguir siendo el cómodo y gordo burgués
que forja su utopía leyendo a Marx, mientras vive añorando
los valores de la Bolsa en la Séptima Avenida. |