TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / sendero / La niña, el gato y el cura

[C:488876]

Recién me habían crecido las chiches cuando por la tarde, le pedí permiso a mi papá para visitar a san Ignacio. Es el santo de mi padre.



La verdad, yo quería confesarme, pero de eso, nada dije. La última vez, lo hice por órdenes de mi tía, la beata, y estaba plana del pecho. El padre me impuso estar de rodillas sobre un puño de maíz y repetir una docena de padres nuestros y aves marías. Todo porque había pecado con el pensamiento.



—A tu edad, los pecados son pequeños. Al menos que ya tengas novio.
Me dijo, esa vez, el padre Remigio. Sacerdote que le había dado la confesión a mi madre en su muerte.
—Ni Dios lo quiera, pues usted conoce a mi papá y ya sabe lo delicado que es. A mi hermana mayor
la chingó, sólo porque la vio sonriéndole a Juan, el zapatero.
—Tu papá no dice groserías y tú sí, y es pecado.
—No las dice frente a usted, pero si lo oyera. Alza la voz y maldice, si lo que ve no le gusta. La vez que en los frijoles encontró un cabello, por poco brinca arriba de mi hermana.
—Lo afectó mucho la muerte de tu mamá.
-Pero… Ya tiene tres años y cada vez se hace más enojón y si algo huele mal, le da por arquearse. Nos tiene lavando los trastos, aunque estén lavados. Le tengo miedo, me asusta cuando se enoja, pero también, me da coraje y me da por ser rezongona. Luego, se me pasa y sigo haciendo mis tareas.



Aquí, le dejo un bocadito para que cene. Mi papá quería más, pero le dije que ya no había y se lo traje a usted.
- Ya, vete y reza tres padres nuestros que son buenos para prevenir el pecado.



¡Ay San Ignacio! Mejor te lo cuento a ti! Ya ves que sólo matan res cada ocho días; y esa mañana, mi papá trajo unos bistecs. Es filete y costó caro.
-Voy a salir, al rato regreso a almorzar. Dijo.
-Ponles sal, ajo y pimienta y déjalos un rato en naranja agria. Agregó.



Cuando fui a cortar las naranjas, ya no vi la carne. Miré para todos lados cuando escuché, abajo del brasero, que un gato negro resollaba feo. ¡Se jambaba la carne! Tenía a la mano la escoba y pude darle un garrotazo. Soltó la mitad. Aún apendejado, intentó correr. Logré darle otro golpe y el filete cayó donde se habían cagado las gallinas en la noche. Pudo escapar, el desgraciado. La carne estaba llena de pelos babeada y la otra con mierda. Me dio asco, pero más miedo tuve cuando recordé que mi papa no tardaría en llegar. No sabía qué hacer, mi hermana mayor se había ido a visitar a sus padrinos, Doña Herminia, la vecina, por más que le grité no me contestaba. Me puse a jalarme las trenzas, hasta que me arranqué un manojo de pelos para sobreponerme. Lavé la carne, quité la tierra, cenizas, hollín, pelos, baba, mucha baba. Le exprimí naranjas agrias, la salé y dejé que reposara y con un garrote en la mano daba vueltas sin perderla de vista, por si regresaba el gato. Cuando llegó mi papá, le di dos pedazotes, salsa verde, frijoles de la olla y tortilla recién hecha. ¡Dio una comida! Antes de tenderse en la hamaca, logró divisar al gato negro y me dijo:
-Guarda bien la carne, allí anda el gato de Hilareón.



Hay una parte de la casa donde dos paredes se juntan y queda un pasillo estrecho. Allí, solo puede caber un gato. Le puse un cebo y esperé. Sólo tenía una oportunidad y no la desperdicié. Sacó la cabeza y zas.
-¿Qué es? - Nada papá. Es el gato de Hilearón.



Volvió a dormirse. Media hora después, lo tenía despellejado y la tripería se la di a los gansos. Mi padre, después de la siesta, se dio un baño y salió al centro del pueblo y regresó anocheciendo.



El gato estaba bien gordo. La osamenta y la piel la eché en el hoyo de la letrina. La carne la herví y la deshebré. Molí yerbas de olor, ajo y cebolla, resultó una papilla que al juntarla con pan molido, pude fritar en aceite.


Corté naranjas, hice jugo, le puse un poco de caña, conseguí hielo, y mi padre sólo se golpeaba la panza.
—Me guardas para mañana que almuerce y haces más jugo de naranja.
—Si papá.
-No me regañes, San Ignacio, pero también, le convidé un pedacito al padre, ya ves, ¡qué es tan bueno!

Texto agregado el 10-11-2011, y leído por 503 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
22-11-2013 Que buen cuento amigo querido! Carmen-Valdes
17-11-2011 Querido Rub, la cosa estaba saliendo de lo mejor y me estaba riendo de lo lindo cuando pasó lo del gatito. MALOTE!!! Sabés cuánto amo a mi gatita siamesa...Esas cosas no se hacen. Igual te doy estrellitas por lo de antes. MujerDiosa
17-11-2011 ¿Qué paso mi buen Ruben? Esta muy bien lograda la historia y todas las que has escrito. A que niña mas lista, sabes ese día que asamos carne en tu casa enserio no era gato.. jejeje.. que estes muy bien bam
15-11-2011 Muy buenoooooooooo!!! Narrado con tu habilidad caracterìstica, me has deleitado poniendo en evidencia la necesidad de esa niña en ser escuchada y contenida.Mis estrellas brillantes y un beso de mariposas de luz, Ma.Rosa. almalen2005
13-11-2011 Muy bueno, de lo mejor que te he leído. Un saludo, amigo. Azel
10-11-2011 Es un buen relato y me gusta el ingenio que demuestras para darle un final de cuento de niño malo al relato. Un abrazo Senderito. SOFIAMA
10-11-2011 Que grande esa niña, muy inteligente jajaja, buenísimo relato, me dio mucha gracia leerlo. ***** Besos lagunita
10-11-2011 Que malo eres, amigo. Estoy decepcionada, no soy de comer carne, pero a partir de ahora, solo pienso en la carne del gato. Muy ingenioso!!! azucenami
10-11-2011 Un cuento muy entretenido, espontáneo y divertido. Mis***** girouette
10-11-2011 Jajajajajjajajajjaj , me encantó . autumn_cedar
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]