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...Y ya me cansé de decirlo, lo dije treinta mil veces, ¡además todo el mundo lo sabe! Pero por si no lo sabés te lo digo: los malos siempre, pero siempre, terminan siendo unos pobres infelices. Te lo firmo ante un escribano, si querés. Los malos me dan lástima, pero además me parecen muy graciosos y ridículos, los malos.
Y te digo esto ahora que me acuerdo el incidente con el gordo Lescano, que es mi vecino de al lado, un triste pelotudo que anda por la vida tratando de joderles la vida a los demás... ¡Y claro! Yo estoy convencido de que un tipo bien comido, bien aseado, bien cojido y más o menos educado, nunca puede estar tan mal como para ser un mal tipo, porque por ahí uno conoce a algún fulano que todos te dicen que es un pelotudo pero que es un buen tipo. Te lo podrán decir de mí, por ejemplo, que a mí me gustan las cosas simples, y además a los malos los veo tan ingenuos que hasta me causan ternura y un poco de lástima a la vez... ¿Cómo te explico? No me entra en la cabeza que alguien se crea que jodiendo a los demás va a estar contento y feliz; no, eso se me hace una huevada muy graciosa. Vos fijáte Bush, por ejemplo, con esa cara de estúpido que tiene, si no es ridículo y gracioso. Porque a mí me hace acordar al boludo del coyote que fijáte el quilombo que hacía para tratar de comerse al correcaminos, tan flacucho, el coyote, que con la guita que se gastaba en idioteces marca ACME podría bien ido a comprarse una pizza o un pollo asado y dejarse de hinchar las pelotas... ¡porque el coyote no cojía! Por eso es igual que Bush, que anda pelotudeando con esas cosas sin sentido. Porque con la guita que se gastó el pobre desgraciado en invadir Irak, se habría pagado cuatro mil putas además de haber construido torres cuatrillizas, como esas que dicen que Bin Laden les tiró a la mierda. ¡Bin Laden! También se parece al coyote, con esa barbita de jipi sucio, que dicen que vive en esas cuevas mugrientas entre metralletas y árabes maricones comiendo rata o camello... ¡Déjense de joder! Y vos fijáte que el gordo Lescano, por ejemplo, es gordo. Ahí ya te das cuenta de que algo le falla, y eso porque para ir a mear no se la ve. Son tipos resentidos, los gordos. Además tenés que ver a la mujer; parece una de esas focas que hay en el zoológico que se revuelcan en esa agua podrida, llena de meo, que cagan ahí y después toman sol lo más campantes entre soretes y moscas. Algo así como una foca con cara de culo es la mujer del gordo. Me imagino que debe hacer como veinte años que el gordo no se la pone, a esa foca. Y así están.
El tema con el gordo fue un día que parece que mi gato, “San Martín”, su gracia, y digo parece porque a mí no me consta, que le hizo cagar un canario al gordo Lescano. Y vos decíme si no es mala persona un tipo que dice que le gustan los pájaros y los encierra en una jaula. Eso es de resentido y típico de una mente retorcida, eso de andar encerrando a los pobres pájaros en una jaula. Porque si viene uno y me dice que odia los pájaros y los mete en una jaula lo entendería más; aunque tampoco, porque si hiciera esa pelotudez tendría que tomarse el trabajo de dar agua y comida a un bicho que no le gusta. O dejarlo que muera de hambre; y ahí está lo que te digo de los malos: que son tan estúpidos que dependen de los demás ¡porque la única forma de ser malo es serlo con los demás! En cambio cualquier persona normal que está bien comida, bien aseada, bien cojida y es un poquito educada; lo que busca es la independencia, más o menos bien entendida, de los demás.
Bueno, según dijo, el gordo vio a San Martín cuando sacaba al pájaro de la jaula y se lo llevaba por la enredadera que cubre la pared, o no sé por dónde que el gato le afanó el canario a Lescano... Y vos imagináte que a mí no me importaba un carajo, pero parece que el psicópata del gordo pretendía que yo ejecutara a San Martín, o que lo encerrase en una jaula o que lo regalara o no sé qué pretendía que yo hiciera para castigar a mi gato por un crimen que, además de no constarme, no me parecía tal cosa.
Y ahí me vino a la mente lo que yo siempre digo, que ya dije treinta mil veces; y eso de ser tan alcahuete como lo había sido el gordo con San Martín, me parecía y me pareció siempre una mariconada. ¡Como eso de ser boxeador! ¡tan aguerridos y tan fieros, ellos! ¡Eso es por guita!, el boxeo, pero se me hace poco macho: si te fijás que hay dos tipos que están ahí a las piñas, que se tocan, se abrazan, se mojan con baba, sudor, y sangre del otro... O mirá al maricón de Tyson que le mordió la oreja al grandote aquél... ¡Eso es de maricones! Porque de tanto andar chupando baba y moco de un tipo que además te caga a trompadas, terminás haciéndote puto... Y después te enterás de que les pegan a sus mujeres o se andan revolcando con marineros rusos y siempre terminan en cana por pervertidos, los boxeadores. En cambio lo de mi gato es la ley de la selva, loco, porque ese gordo infeliz qué mierda puede saber de la ley de la selva y los derechos de los animales, teniendo una foca horrible como la mujer en su propia casa y que debe hacer como veinte años que ni la huele, el hijo de puta... Porque si uno no coje termina haciendo muchas boludeces, como los pendejos de ahora; porque nosotros, cuando éramos pibes, lo máximo que hacíamos era tocar el timbre en las casas y salir corriendo, o atarle una lata a algún perro o gato y asustarlo para que saliera despavorido pero después, cuando nos crecían los pelitos ¡chau!, basta de boludeces; y meta paja hasta conseguir a alguna pendeja que se dejara cojer; y ahí se acababan todas las maldades. Pero los pibes de hoy están tan desbordados de estupideces de afuera que uno los ve con el pelo teñido, con aros en los ojos, tatuajes, se lo pasan todo el día en el Internet y cuando quieren joder a los demás, algunos hacen virus y te hacen mierda cuarenta mil computadoras en diez minutos... ¡Eso es porque no la ponen…!
Bueno, la cosa fue que el gordo empezó a joder con el tema de los límites. Mirá que yo a la terraza no subo nunca, pero la negra me empezó a contar que el vecino había hecho un alambrado, que había roto un par de macetas que estaban en la pared bajita que daba a la azotea de él, e inclusive había puesto un reflector, el sádico de mierda, que lo encendía desde abajo. Mi hijo me contó que una noche le pareció verlo, al gordo, agazapado con un palo a la salida de su escalera. Y ya había pasado bastante tiempo de lo del gato, pero con aquel detalle me acordé y en un principio lo relacioné. Vos imagináte que me costó un poco, porque quién podía ser tan pelotudo como para estar esperando a un triste gato para vengar la muerte de un pajarito que encima estaba enjaulado. Además San Martín era un animal avisado, que no tenía motivos para ir de cacería a lo del gordo porque ya no había más pájaros que cazar... Insisto y te la hago gráfica: acá hay que ser bueno y punto, ahí se te van todas las mufas. Porque cuando nos encamamos con la negra, después ya no nos importa un carajo la devaluación, la caída de la bolsa, el pájaro del gordo, que si perdió la selección… nada, ¿viste? Y al otro día voy al laburo como un violín, afinado y prolijo y me río de las caras de culo... O después del asadito de los domingos, ¡qué joder ni joder! Después te vienen con las cosas importadas enlatadas, o las cervezas alemanas ¡porque acá toda la basura te la traen de afuera!... A nosotros nos hablaban de Cristo, ¿vos te acordás, no? Y yo con los años le empecé a tomar desconfianza, al Cristo ese que trajeron de Europa para martirizar a los indios. Si vos lo ves, bah, como te lo muestran, mechudo, flaco, sucio, y además que nadie te dice que tuvo una novia o una atorrantita aunque sea. Te digo que para mí, en esas condiciones muy buen tipo no podía ser; y si reaccionás que terminó tomando sol en una cruz; uno tiende a pensar que alguna joda se mandó, el coso ése.
Yo a mi pibe le tengo prohibido dos cosas: una ir a la iglesia y otra ver las películas de Disney; que son filmes idiotas de los gringos y que los chicos los miran y ven que hay malos y personajes oscuros, rencorosos; y después lloran los chicos, pobrecitos...
Un día llegué del laburo y vi que en el cordón de la vereda habían puesto unos fierros que sobresalían a la calle un tanto así, más o menos, además había una raya pintada de amarillo y el canasto de la basura del gordo estaba girado para el lado de él. O sea que ni yo ni nadie podía dejar el auto estacionado en su vereda, a no ser entre los fierros pero que estaba la entrada del garaje y un cantero con un árbol, y además me pareció que tenía que dejar las bolsas de residuos de mi lado de la línea amarilla. Cuestión que el gordo se estaba como separando, o marcando su territorio o algo así. ¡No nos saludaba! ¿la podés creer que no nos saludaba? Además que las dos gorditas de las hijas no le hablaban a mi hijo, y le reclamaron no sé qué boludez que le habían prestado hacía como mil años...
Y no dije nada, ni mu dije porque después de todo mi gato seguía jodiendo y mi familia tenía cosas más importantes en que pensar antes de que si el gordo estaba haciendo un búnker antimisiles en su pocilga con su foca y sus dos foquitas.
¡Yo soy argentino, loco! Y vos también, y entre nosotros ya sabemos cómo se manejan las cosas de la vida, los amigos, los parientes y eso. Pero Lescano, por ejemplo, hizo una yunta rara con la marsopa de la mujer que parece que es de familia galesa, que son unos piojosos que viven en la Patagonia, esos que se la pasan haciendo tortas ¿viste? Que se cagan de frío... Y creo que fue más o menos cerca del asunto del gato, que se habían traído una vieja toda rasposa, sin dientes, que era la madre de la foca, y la tenían ahí encerrada en el búnker, qué se yo… pero creo que ahí se le empezó a venir la noche, al gordo.
Porque acá todos te la pintan rara la de los galeses, te dicen que son tipos sufridos, que los hicieron mierda en Europa, que estaban casi tan jodidos como dicen que estaban los judíos o los irlandeses... Pero vos fijáte que todo muy lindo: se cagan la vida entre ellos, los europeos, y después vienen acá y la van de sacrificados ¡Como si los hubieran invadido los marcianos! Yo no sé, y en el fútbol son unos pata dura y se la agarran después con los inmigrantes ¿Acaso las guerras no las inventaron ellos? Y las mafias y todas las cosas raras también...
Te la hago corta: una noche, serían más de las doce y se empezó a levantar una tormenta de la gran puta. Nos dimos cuenta por ese viento que parece que te hace volar el rancho, ¿viste? Y la negra había dejado toda la ropa tendida en la terraza porque había estrellas; pero era verano y se ve que cambió el viento... Cuestión que nos levantamos apurados para bajar la ropa, y se dio la casualidad que en lo del gordo Lescano también habían dejado la ropa colgada. Estábamos con la negra en el tendedero y vimos que subía la marsopa en camisón, no sé qué estaría haciendo el gordo en ese momento, no sé por qué mierda no encendió el reflector o por qué no desconectó los cables. No sé, y nunca supe bien qué mierda quiso hacer el gordo con la electricidad, aunque seguro que algo bueno no era.
La vimos subir en camisón blanco, parecía un fantasma, la mujer del gordo, y después vimos que atrás de ella subía la vieja; pero cuando la foca llegaba al final de la escalera hubo un chisporroteo de puta madre, parecía que estaban soldando con electrodos entre las patas de la pobre mina... No te puedo explicar bien los gritos, no le vi la cara porque estaba oscuro, ni a la vieja, pero nunca, nunca en la puta vida vi algo así, y nunca en la puta vida me voy a olvidar lo que fue la gorda cuando el camisón se le empezó a prender fuego, los saltos y los alaridos y los alaridos de la vieja también...
Yo te juro y te doy mi palabra de que, de no haber sido por el alambrado que había puesto el gordo, habría saltado la pared bajita y la habría apagado, a la mujer ¡de alguna forma la habría apagado! ¡Le agarré una mano a la vieja que había quedado colgada del alambrado desaforada como un hincha de fútbol, porque fue a lo único que atiné…! Hasta que palmó ahí. Quedó dura como un paquete de pastillas, la vieja, y la negra que corrió a llamar una ambulancia mientras el gordo apagaba el culo de su mujer con una sábana. Entonces te podrás dar una idea de lo que fue el barrio, se empezaron a prender todas las luces, la gente se asomaba y, para peor, cuando llegó la ambulancia echando putas cuando estábamos el gordo, la foca quemada, las hijas, el de al lado, la negra, yo, y no sé quién más en la vereda y con la tormenta que caía a baldazos, cuando llegó la ambulancia y se llevó por delante los fierros que había puesto el gordo en la vereda, cuando el chofer bajó y se dio cuenta de que había hecho mierda el tren delantero, y uno de los médicos estaba con un corte en la cabeza, en ese momento se me dio por mirarle la cara al gordo Lescano. Parecía una teta con dos pezones, la cara del gordo, y justo ahí fue que la foca que estaba llorando a los gritos enmudeció de golpe, dos segundos y se paró y creo que la trompada que le dio al gordo no lo mató porque estaba en trance, el gordo, como los faquires estaba. El ruido a roto que se escuchó fue más o menos como el que hizo la ambulancia cuando pegó contra los fierros. Te lo juro, nadie entendió lo de la piña, ni el culo chamuscado de la mujer, ni la vieja muerta, ni la ambulancia que quedó ahí en la calle… nadie entendió una milésima de carajo de nada. Nadie...
Y al otro día todos se preguntaban que qué carajo había pasado en lo del gordo. Al de enfrente le dije que habían tenido un problema con los cables, que qué barbaridad con estas tormentas de verano, que la vieja murió por el cagazo... Imagináte que ahí hubo policía y todo, y además creo que lo que más llamó la atención de la gente fue la trompada y no era para menos, ¿viste? Y el quilombo; las pendejas llorando, el gordo que yo creo, por como lo vi, debe haber vuelto a respirar a las dos semanas más o menos y yo que no quiero pecar de mal pensado, pero te digo casi sin temor a equivocarme que el gordo había hecho una trampa para el gato con esos cables pelados que tenía en la terraza ¡seguro…!
Y no te voy a decir que el gordo Lescano es un hijo de puta; no, porque en Argentina cuando alguien es malo te dicen que es un hijo de puta, pero cuando viene uno y se manda una muy buena, una genialidad como el gol del Diego a los ingleses, por ejemplo, decimos: ¡Qué hijo de puta! Y viste cómo es esto del lenguaje, pero yo ya te dije lo que pienso, en fin; la del gordo es un ejemplo cabal de que en este país las cosas no se van a arreglar así nomás. Yo no soy argentino, ¡soy argentinísimo! Y estoy convencido de que acá, acá hay que ser bueno, trabajador, sincero, ¡acá hay que morfar asado y tomar vino y cojer mucho…! Y lamento en lo más hondo, che, de verdad que lo lamento, que en este país exista gente como el gordo Lescano. Así estamos.

Texto agregado el 23-07-2004, y leído por 1101 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
16-10-2020 Como el gol del Diego a los ingleses: ¡Qué hijo de puta! :) MCavalieri
10-05-2016 Estupenda digresión. Me encanta. justine
17-01-2008 Macanudo 5* arcangel_solar88
26-09-2006 pijudo dimitriparia
17-11-2005 típicamente...un coctel de argentinidad que desborda y sin embargo no cae por su propio peso sino que flota, en ese humor genial q nos transmite y en la crudeza tierna de una historia que se deja leer e incluso se queda con ganas. piquitos con estrellas argentinas gaviotapatagonica
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