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La galla era regia, no había forma de dudarlo. Toda delgada, toda rubia, con esos zapatos tacos de aguja finos, brillantes, que las otras amigas del grupo comentaban a voz baja que eran de puta, de maraca que lograba todo en la vida solo moviendo un poco el poto y subiéndose la falda para mostrar esa buena pierna que Dios le había dado. Se comentaba que cuando pasaba por San Camilo, hasta los travestis más finos se daban vuelta a mirarla, se olvidaban por unos instantes de sus gustos y de sus vidas. Afloraba en ellos ese instinto dormido, oculto bajo los colores del lápiz labial y la suavidad de la seda.

La galla era regia y eso le hacía hervir la mierda, podía ser que fuera la más tonta, pero no. Aparte de ser una belleza también era la más inteligente, la más aplicada. La primera a la hora de entregar ese informe urgente o en entender eso que se le acababa de ocurrir al Jefe. La Patricia esa lo era todo eso y más. Lo peor es que por mucho que se esforzaran ellas en seguirles el paso, la otra gueona siempre se adelantaba y les hacía parecer como retrasadas.

- ¿Por qué no cumplió con los balances señorita?
- Es que hacían falta unos datos que tenían que llegar el 10, señor.
- Por la chucha María, la Patty me entrego sus cuentas a las 8 de la mañana, ¿Por qué mierda si ella pudo entregar temprano, usted se demora hasta las 2 de la tarde para hacerme llegar el informe?
- Jefe, es que....
- ¡Es que nada!, salga de acá y espero que en el balance de fin de mes me demuestre porque diablos fue que la contraté.

Saliendo de la oficina, sintió el peso de todos los ojos escudriñándola, vivió en carne propia lo ya habían sentido las otras secretarias de la oficina. Le dieron unas ganas locas de acercarse al escritorio de la Patty y de decirle que era una gueona mamona, que se pasaba la vida trabajando, cagándoles la existencia, que era más fea que poto con hemorroides. Quiso decirle tantas cosas pero no pudo, quería sacar esa rabia, humillarla, pero los ojos azules estaban enmarcados en un cuerpo de diosa griega, midiéndola, altanera, sabiendo que ella era la más rica, la más top y que por mucha rabia que le tuviese, no había forma de superarla. Solo el secreto consuelo de que a las siete se juntaban todas en el happy hour de Suecia a acompañarse en esa íntima complicidad que les daba el “todas contra la Patty” impidió que se pusiera a llorar ahí mismo.

El barrio Suecia fue creado especialmente para las mujeres jóvenes y solteras que después del horario de trabajo se trasformaban en las reinas del mundo, eran casi la analogía perfecta de la niña de 9 años que tiene la bicicleta nueva, mientras todas sus vecinitas debían contentarse con sus copias baratas de Barbies realizadas en países tercermundistas por niños muertos de hambre.
Después del trabajo querían ser la carnada para todos esos ternos con billeteras rebosantes de placeres momentáneos, invitándolas un tequila margarita. Que no, que es muy fuerte, bueno ya, un pisco sour entonces, ya pues, no sea malita, y donde trabaja princesa, como que está muy lleno de humo esto, el ambiente esta sobrecargado, pero si estamos recién a San Miércoles, yo vivo re cerca, vamos, allá le invito un cafecito para que no llegue con olor a trago.
Ya se sabían el texto de memoria. Lo malo es que eran otras a quienes les tocaba declamar el guión y ellas debían contentarse con ponerse al día unas a otras.

Después del cuarto “Sex and the City” y de una hora y media de pelambre la compostura se les había ido al carajo, ya se compartían los secretos de cama. Que el gueón de Leo Méndez era pura boca, que la niña de la fotocopiadora les había dicho que la Patty estaba saliendo con el nuevo gerente, tan rico él, oliendo a “Herrera for Men”. De nuevo nos cagó, como lo hará para ser tan winner, y ellas, ahí, conversando solas como ancianitas, si les faltaba el tejido no más, ya gueona, pídete otro, pero uno más y me voy, tu sabís como se pone el Mauro cuando llego tarde, que la edad lo tiene cagado, si lo único que hace ahora es ponerse a arreglar ese cuartucho suyo, que le saca el sustrato, que le pule el suelo, que lo va a dejar bonito, y a mí, me tiene botada, si es cosa de mirarme, con razón esta otra las tiene todas, se culea al más mijito de la oficina y yo llego a dormir al lado de ese chiquitín que tengo como marido, oh como que la embarré. ¡Ya! júrenme gallas que no dirán nada, si no, me muero, voy al baño, tranquilas, si puedo sola, si tan curada no estoy.
Tambaleándose hacia el baño, notó que escondida tras un pilar se encontraba su Némesis, ¿pero cómo?
La Patty estaba agazapada mirando como una pareja se hablaba al oído y reían sus tragos con esa complicidad que dan las ganas de conocerse en pelotas. Vio que la Patricia estaba sufriendo por ellos. Reconoció al joven ejecutivo que hasta ayer se suponía montaba a la rubia potranca. Estuvo a punto de ir y reírse en la cara de esa desgraciada que la tenía así de borracha, compartiendo sus penas con otras mujeres que ni siquiera eran tan amigas, solo compañeras de un amargo destino, esa desgracia. La Patty.
Mientras se acercaba por atrás, notó que los ojos que le devolvían la mirada ya no eran superiores, eran como los de cualquier mujer que busca esa frase reconfortante de sus congéneres, sus colegas.

No puedo hacer más que pasarle un pañuelo y decirle al oído, con más de complicidad que de venganza…






- ¿No te preocupís guachita?, las ricas también lloran.

Texto agregado el 08-11-2011, y leído por 208 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-11-2011 Te salió bien este retrato de según qué tipo de mujeres... Me gustan la mezcla de diálogos que suceden en el bar... nomegustanlosapodos
08-11-2011 Excelente. Buena crónica urbana NeweN
 
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