Escribir una novela de amor, pareciera ser una cosa fácil, sería meramente algo así, como redactar con las mejores palabras, avatares de alguna experiencia almacenada en el baúl de los recuerdos.
Si la experiencia vivida culminó con éxito, es probable que tuviese otro destino al de conmover hasta las lágrimas, el corazón de personas afectas y sensibles.
No se hubiesen encontrado las palabras que describan el amor y el rechazo. Tampoco las injusticias, ni el dolor desgarrador y suplicante de quienes alegan haberlo entregado todo, a cambio de nada. Para colmo, sí, la ingratitud responsable de tanta desdicha.

¿Cómo hablar de amor con esa bestia arrodillada, cuando no logró evadirse de aquello que suponía para siempre, y luego fue solo ausencia, La desidia reclama aunque más no sea, una caricia parecida que amamante el comienzo de otra historia, que aleje la angustia y los latidos del sexo hambriento en su abandono, sediento de consuelos.
La ficción nos retrotrae al tiempo ilusorio del espejismo alucinado. Es necesario descenderse, rehacer la historia al tiempo de las humillaciones consentidas.
En su paroxismo, romperá de manera incontenible la armonía, a la sazón nunca será tanta la tristeza ni tan grande la soledad.
Se exhibirán entonces sin pudores, arrinconados en la parva del fracaso, mal-heridos en el orgullo no valorado en su momento.

Como todo pasa, el tiempo borrará las penas y después de mucho trabajo, volverá la paz y soplarán nuevos vientos.
Como si nada hubiese pasado, vendrán nuevas etapas, lo otro parecerá una tontería, será un nuevo renacer. La experiencia no hará falta olvidarla, solo habrá que matarla y enterrarla en un pozo profundo, para nunca más pueda salir.
Volverá entonces el amor y nadie habrá de morir por el pasado, ni deberá pagar por ninguna culpa. La experiencia se encontrará fundida en el nuevo ser. Nada para reclamar, nada para reivindicar. Y eso se llamará crecer.
Para seguir habrá que liquidar a los usureros de la vida, a los que reprimen hasta la asfixia.
Solo el simple amor, el que se ofrece sin reclamos, el que siempre falible y nunca exento de errores para ser humano, brillará junto al sol.

Quien te reveló estos secretos, se sentirá más viejo, tal vez un poco más cansado.
Recostado sobre la tierra húmeda y olorosa, atisbará la inmensidad del cielo, escuchará los sonidos de la vida, el canto de los pájaros, las caricias del viento.
Sabe que Ella vendrá en su búsqueda, ya que ese fue el trato.
Recostada sobre su cuerpo, con labios tibios buscará los suyos, y cerrará sus ojos con besos calientes y enamorados, como siempre, deteniendo el tiempo, para alejar así los caprichos de la muerte.
Andre Laplume.