Víctor Adalberto,
El cinco de noviembre, hace ya 24 años, que llego a mí vida el mejor diplomado que tengo, el orgullo más grande, ¡el ser madre!, por primera vez.
Me enseñaste amar de distinta manera, a despertar por las noches, a estar desvelada, con tu sonrisa y caricias por premio, a visitar al médico, a jugar, a crecer contigo, y, a vivir por y para quién como frágil cristal,
Dios me dio el privilegio de cuidar.
Tus aventuras, tus miedos, tus enfermedades, solo fueron experiencias
nuevas para mí de las que aprendí y me enseñaron a ser mejor persona.
Y Es que hoy, me sigo despertando por las noches si tienes un desvelo,
a complacerte, llevándote el desayuno a la cama, preparándote lo que te gusta, consintiéndote, hasta que un nuevo amor llegue a tu vida para complementarla.
Sufro por tus penas que son mi peor castigo, ya que no puedo protegerte como cuando eras un niño, ¡mi niño!
Hoy, sigo dando habitáculo a tu cuerpo, pero no a tu alma, que cual ave busca su propio norte y llegado el momento su propio nido.
Eres esencia de ti mismo, siendo hombre con sentimientos nobles, con la satisfacción del trabajo cumplido y responsable de tus actos, con sueños por los que luchas día a día.
Bendecida me siento de tenerte como hijo, orgullosa de quien eres, y de quien en un futuro no lejano llegaras a ser, cumpliendo así tus metas, tus sueños, tus hoy firmes y seguros de lo que quieres y de quien eres.
Gracias por ser mi hijo, gracias por dejarme ser la arquera que ha lanzado tu flecha a volar, que persigue sus sueños sin desfallecer.
Dios te bendiga y tu ángel de la guarda te cuide siempre hijo mío.
Nunca olvides que te amo, y que estaré aquí cuando me necesites.
Con amor
Nancy.
.*N.N*.
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