Amoroso y cálido, tu abrazo me sofoca como una ardiente fogata. Agradable y enigmático es tu jugo de la embriaguez, que bebo sin dudarlo. Hazme un favor... dímelo, y que el susurro de tu aliento me acompañe toda una noche de siete mil años, provocando cosquilleos eternos dentro de mis hormonas. Que lindo es sentir tu presencia viva y bendita, encandilando mi feliz estar.
Que la suerte de vendaval te acompañe siempre, dónde quiera que vayas... más yo se que es lejos de mi, lejos de una parte de ti, que queda sola y fría en el camino de la perdición, dónde expuesta está mi alma a los buitres descorazonados, valerosos en maldad, picoteando la desgarrada carne que queda en mi. Sintiendo soledad... palpando la asesina tranquilidad de no hacer ni estar con lo que si quiero. Perdóname si muero. Yo no soy de los que se transportan en pensamiento a una sala de espera, como yo sí sé que tu lo puedes hacer. Pero lo tuyo es tuyo, solo el amor me lo compartes, pero me dejaste. ¿Qué pretendo sentir ahora que no conozco la misericordia de tus labios, que en su tiempo besaron mi inocencia y tranquilizaron mis emociones? El pájaro vuela libre sobre los cielos, pero pueden sentir mis latidos que el momento se acerca, en que las más horribles pesadillas se confundirán con la maldad multicolor de los escarnios de trasfondos, convirtiéndose en una cosa detestable, algo de que huir, música de la cual quiero librar mis tímpanos de su constante martilleo.
No puedo más... mi voz se ha apagado como una ínfima flama de vela. Mi color se ha esparcido sobre la tierra, dejando al descubierto mi verdadero ser, la lluvia que acaricia y enfría y moja y maldice con sus tenues estocadas trasparentes, que para más martirio, me muestran tu bondad lejos de mí, disfrutando de un círculo vicioso al acompañar a otro ser, con el pasado fulgor abrazador que me diste, y ya no más me pertenece... haz acabado conmigo, te has llevado mis recuerdos, me desaparezco por causa tuya. |