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No voy a dar vueltas con detalles poco importantes, sólo diré que estaba sentada, no importa dónde, ni cómo, ni cuándo; sólo importa ese inmenso caracolí, cuya existencia me reconfortaba, al recordarme que sí hay seres aún más solitarios que yo y sobre todo me importa su sombra, siempre tan agradable y fresca, pero a la vez tan desvanecible, como mi presencia; y claro no puedo olvidarme de él... y de ella.

Recuerdo que había mucho sol, era uno de esos días en los que no se pueden casi ni abrir los ojos y aún menos si se es tan sensible a la luz como yo; pero, aún así, estoy segura de lo que vi y aún más de lo que sentí.

Primero llegó él, mi amor de toda la vida, el chico más hermoso que mis pequeños ojos jamás hayan visto. El sólo recordar su existencia me alegraba por completo el día, no importaba si era el día más triste, o el más tranquilo, o el más lluvioso, o el más iluminado; siempre, recordar las ondas casi doradas de su cabello, me alegraba, sin olvidar sus ojos, casi tan pequeños como los míos, pero siempre tan hermosos e iluminados, tan puros y expresivos, que casi parecía expulsar por medio de su mirada todo lo que tenía para darle a las personas, pues él era todo un servidor de la comunidad. También recuerdo sus manos, nunca dejó de inquietarme el porqué me gustaban, eran delgadas, y sus dedos muy largos, pero aunque no suenen muy bellas, para mi eran perfectas, además, con algo de vergüenza, acepto que me distraía mucho en clase, viéndolo escribir, tenía la manera más extraña de tomar el lápiz que yo había visto, pero para mi era la cosa mas agradable de ver; no puedo evitar regocijarme al recordarlo, sobre todo cuando rememoro esa mueca tan rara que siempre hacía cuando pensaba, eran tan tiernos sus labios cuando se retorcían mientras su cerebro trabajaba en algún ejercicio de matemáticas, ¡Era tan tierno! Que no puedo evitar decir que las ganas de besarlo me mataban.

Inesperadamente, mientras me avergonzaba conmigo misma al pensar todo lo que él me hacía sentir, apareció ella, nunca antes la había visto, pero no necesité más que un sólo vistazo para darme cuenta de que era la niña mas hermosa que jamás haya existido. No me sorprendió que en un primer momento no notara mi presencia, pero en repetidas ocasiones me sonrojé al sentir que su penetrante mirada chocaba con la mía, momentos que aún no sé si fueron por mera casualidad, o si en verdad me miraba, lo que sí sé, es que sus ojos eras preciosos, muy negros y grandes; a mi parecer, de ellos no salía nada más que inocencia, de esa que te hace sonreír con sólo imaginarla. Ella estaba con una amiga, me encantó verla hablar; con esos labios tan rosados y finos parecía una muñeca y esos rizos tupidos y oscuros me fascinaban cuando caían como cascadas sobre sus delicadamente dibujados senos. Para completar, en todo su rostro y seguramente en todo su cuerpo habían deformes pecas, que para mi eran más que perfectas, eran casi surreales. En realidad, creo que toda ella era surreal, hasta me atrevo a decir que ella no es de éste mundo, porque éste mundo tan sucio y maltrecho no es merecedor de tal existencia.

Por un segundo perdí la cordura, y llegué a imaginarme el momento perfecto en el que los brazos de ese chico estuvieran al rededor de mi cintura, queriéndome; o inclusive el hermoso momento en el que mis manos tuvieran el placer de acariciar el rostro de esa chica; hasta llegué al momento eterno en el que pudiera amar a alguno de ellos, y aún más ridículo, el momento eterno en el que alguno de ellos pudiera amarme a mí. Pero, no sé si lastimosa o afortunadamente, me di cuenta de como ellos dos, esas dos mismas y únicas personas a las que deseé amar después de darme cuenta, dolorosamente de la falsa existencia del amor; estaban ahora regalándose miradas coquetas y sonrisas disimuladas. En ese momento recordé lo malo que es amar, lo fatídico que es si quiera pretenderlo, y de lo desafortunados que somos los humanos al ser propensos a hacerlo. Y justo después de recordar eso, volví a la realidad, esa misma, a la que le gusta golpear y golpear, como si creyera que somos de madera y que no nos dolerá.

Texto agregado el 04-11-2011, y leído por 102 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-11-2011 Bueno, el secreto es resistir los golpes, la misma realidad se cansa de tirarlos, no hay duda de eso, estupendo texto********** jagomez
 
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