Llego lentamente en un soplo, mientras alguien habla de Dios;
Ella, repetía en su mente ---no quiero ponerte nombre, no rebajaré esto a una típica historia de desamor-
Continuo escuchando, parecía una plática importante para él (se estaba jugando una conquista y era necesario convencer)…cuanta atención se puede simular en un momento, el truco lo tenía bien aprendido su maestro le había dejado claras instrucción, eran tácitas; durante los últimos cinco años las había vivido.
Recordando cómo eran enlistaba: uno, Mirar fijamente, pero ten cuidado de no parecer muy atento, de vez en cuando debes mover un poco tus ojos e interrumpir a el locutor; dos, frases claves que pueden hacernos creer que nos escuchan, cómo, ¡claro!, ¡debe ser difícil!, wow, y así…todas estas le permitirían mantener su soliloquio y tercero: desviar la conversación si estaba muy lejos del lugar.
De entre tanto ruido, miro la ventana y dijo: “creo que dios no puede verme, cuando la luna es tan hermosa y brillante como hoy; estoy segura que se queda inmóvil preguntándose ¿Cómo puedes ser tan orgullosa e imponer tu voluntad y hacer que los enamorados te rindan culto?”…(interiormente continuo: “entonces tú Dios no es un santo y qué si no te escucho…nadie es santo, ja”).
El joven, elocuente con su plan de conquista, replico: “jaja…creo que mejor aprenderé de ti, es muy interesante el cuestionamiento que le haces a Dios”…y prosiguió explicando su trabajo en las misiones juveniles.
Evidentemente esa noche, ella había salido buscando algo…cada mañana se preguntaba que era ese “algo” que faltaba...no era amor, no era esperanza, no era una persona…por lo cual no perdería más su tiempo,escuchando palabras sin sentido; se levanto rápido de la silla, tomo sus cosas y le dijo al chico fijamente a los ojos: “no creo en tú dios, no creo en tú interés por nuestros asuntos, no creo en tú interés altruista por los asuntos de los otros, no creo en tú intención de conocerme…creería más en tú ansia de querer ser reconocido, veo tus ganas de poseerme, creo en tus ganas de ser un dios de todos y creo más en la luna que me ilumina que en tú dios que se divulga con una biblia…gracias, te dejo mi parte de la cuenta”.
Al salir y decir esas palabras…lo noto, el viento fuerte levanto toda su cabellera en desorden, enfrió su nariz y penetro su olfato…”eres tú…otoño” (susurro), caminó y a cada paso, sentía toda la fuerza de la noche. El cantar de los grillos y la luna sostenía una conversación, estos se entregaban a ella y le contestaban…entonces, se detuvo y grito “Acaso eres tú viento, quien se llevo ese algo…y no quieres que tenga nombre; ha caso eres tú luna quien se metió en mi mente y no hago más que pensar en estar a solas contigo en la noche…y dejar así a ese algo; o peor aún, acaso son los grillos que saben de la muerte de mi algo y pretenden hacerme olvidarlo”…finalmente …levanto la cara y vio el cielo sin ninguna nube, solo estrellas y la luna inmutada, con todo su brillo. Los grillos seguían cantando y el viento continuo soplando, empujando su débil cuerpo…y solo dijo: “ALGO”.
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