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Un noveno piso,
un ascensor que no funciona,
una escalera interminable,
miles de puteadas.
En el infinito, el desasosiego
de tener que subir
doscientos cincuenta y dos peldaños.
El deseo bajando y la presión subiendo.
Así empezó nuestra historia.
Tendría que agregar
las luces de emergencia en los rellanos,
y las barandas,
esas a las que te aferrabas,
no para subir,
sino para aplastar mi espalda
teniéndome sólo para vos,
en un juego peligroso
en el que resultaba ser, a disgusto,
un prisionero de la libertad,
a las cinco de la mañana
y en el laberinto de tus besos. |
Texto agregado el 02-11-2011, y leído por 397
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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02-11-2011 |
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Genial. Me encantó, realmente muy bueno. Mis***** Beticita |
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02-11-2011 |
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de esos laberintos, mejor no salir ... htunelh |
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02-11-2011 |
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¡Qué belleza por favor!!! Quedé desmayada...***** MujerDiosa |
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02-11-2011 |
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Oh, este me lo guardo para mi antología particular... (y gracias y un saludo) nomegustanlosapodos |
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02-11-2011 |
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Una buena historia. rob3 |
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02-11-2011 |
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Sencillamente genial . autumn_cedar |
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