Como verán, soy una persona prudente, lo cual es la base de todo buen abogado criminalista. Analizo los riesgos, hasta el más mínimo, y sólo tomo una decisión, como llevar un caso, tras haber sopesado escrupulosamente todas las circunstancias.
Al recibir a un cliente nuevo, le observo bien, le pregunto detalles nimios para analizar sus reacciones, porque quizás me quiera llevar al huerto, y eso no lo consiento. Cuando es necesario, y hasta ahora siempre lo ha sido, le pido más y más documentación, para tener tiempo y estudiar su psicología, porque si va al banquillo por algo será, y los experimentos con gaseosa.
Si me ofrece confianza y no lo he despachado ya, le propongo un pacto. Debe retirarse a un lugar discreto, alejado, y meditar unos días si realmente merece un abogado como yo. Hasta ahora varios han aprovechado para huir, pero ninguno ha aceptado que le lleve el caso, y eso está bien, porque yo solo defiendo a inocentes. |