La primera vez que hablé de ello muy poca gente consideró mis palabras como un profecía, todo lo contrario los comentarios jocosos y las burlas fueron las únicas respuestas que recibí.
La primera vez que hablé de ello, los ángeles aún no habían caído, ni siquiera se habían oído las primeras trompetas del horror.
Éramos demasiado jóvenes como para comprender, pero durante un instante, un misero segundo se pudo haber evitado todo lo que paso después, poco tiempo más tarde de mi anuncio nada volvió a ser lo que era.
La inmadurez puede llevar a realizar grandes proezas si todo sale bien, pero en nuestro caso fue una losa demasiado pesada que aplastó todo lo que realmente queríamos.
Ahora una vez pasado todo, los años han hecho que las nuevas generaciones no tengan donde comparar su forma de vida, haciendo que el sufrimiento sea mucho menor.
Pero amigo, nosotros, viejos como somos, el dolor que sentimos y siento, es el dolor más amargo que un hombre pueda soportar. Intento olvidar, intento alegrarme con esas pequeñas cosas que aún existen pero que se alejan demasiado de lo que fueron, pero me es imposible, el recuerdo, el maldito recuerdo me corroe por dentro como si de una maldición de tratase.
Soy incapaz de olvidar y por eso te mando esta carta que a la vez me recuerda aún más el ayer y cada línea que plasmo me hace pensar que no sea buena idea escribirla…
Muchas veces imagino si la gente me hubiera hecho caso, si realmente hubiera servido de algo, pero como ya sabes muchas veces la imaginación puede pasarte muy malas pasadas, imagino que este dolor desaparecía completamente en el momento que dejásemos de hablar del pasado y aceptáramos el presente, imagino que este dolor desaparecería si yo y todos los que recordamos dejáramos de existir y de recordar.
¿Pueden los recuerdos ser tan malos compañeros de viaje que no te dejen vivir el más mínimo momento de felicidad?
¿Se puede estar más hundido en la mierda como ahora me encuentro?
No sé las respuestas, pero cada vez pienso que si desaparecemos, los que no tienen recuerdos podrán ser felices por fin, felices en su ignorancia, felices con esas pequeñas cosas que aún existen pero que se alejan demasiado de lo que fueron.
Imagino que cuando leas esta carta ya sabrás que solución he tomado, así que no será necesario que envíes a nadie para expresarme tu preocupación o intentar convencerme, quizás esté equivocado pero es la única solución que veo para dejar de sentir este dolor que me oprime y no me deja dormir desde hace demasiado tiempo.
Espero que lo comprendas…
El Profeta Vencido |