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FAMILIA LOS CHACINEROS.

NOTA En los ultimos dias de exixtencia,nuestro querido Julián,pidió insistentemente que este cuento,sobre los Chacineros quedara incluido en su Página.
Cumplimos ahora sus deseos,para que desde su Página y a titulo postumo,pueda leerselo a su Niño Jesus,mientras pasean de la mano por los floridos campos del Cielo.


Familia patriarcal… en el pueblo se les conocía con el nombre “Los chacineros”: Alfredo y Adela, engendraron y nacieron los cinco hijos, con la ayuda de la misma partera, la tía Petra, muy solicitada por toda la Comarca… murió a los 1000 años… era un dicho “la tía Petra, la que me ayudó a ver luz en Pozuelo y pueblos cercanos…”
De los cinco hijos, dos fallecieron, Vidal a la edad de dos años… ocasionada por la difteria, y Félix de un Cólico Miserere… a los tres años. Parecían “dos acerolas” color encarnado y amarillo, carnosos y agridulces…”
Los tres hijos se dedican al mismo oficio: “Chacineros” distribuyendo la zona y la mercancía: José y
Ángel, padre de los niños, que se fueron y que no están, ya usaban las “furgonetas verde claro”, donde colocaban la mercancía, aprovechando el espacio, igual que las abejas en sus colmenas.
Juan, el pequeño, siempre prefiere el carro; lo tiene como a una novia dispuesta al matrimonio. La mula… que tira de él, es la más atractiva de la zona. Su nombre es: “trotona”; sus ruedas son de goma, embellecida con esquilas, y en los lados, dos llamativos faroles… para invierno-verano-otoño y primavera. Su luz contrasta con la luz del campo, la flora y la fauna; vestimenta, hábitos y costumbres de los hombres. El herrero, el cerrajero y el carpintero, son los cuidadores responsables del carro y su yegua. Todos, con el tío Juan. Forman parte de la historia de Pozuelo.
Te invito a que los veas algún día, en el Museo Etnológico del pueblo; el carro y su caballería disecada, que fueron el pan, el sudor y la alegría del que se conocía con el nombre de “Juan el chacinero”, el de la gorra negra y el blusón blanco y rayas negras…
Su recorrido era menor que el de sus hermanos… los tres servían buen género y mostraban el mismo talante… mirada y sonrisas. No las distinguías.
Toda la familia a trabajar… El padre, Alfredo controla, orienta, y hace que el entenderse entre todos funcione como si de un reloj se tratase, en ganancias, simpatía, hermandad… El trabajo es productivo y gratificante.
Cerca del caño, donde abreva el ganado, está el cementerio. Se le conoce con el nombre “El caño del camino Del Cementerio”. Junto a él, la charca, que se distingue por la gran cantidad de sanguijuelas y tencas que guarda su agua. El ganado no bebe en ella. Se sirve del abrevadero con su fuente… el ganado deja un recuerdo de su paso por la charca, en las boñigas, que descargan, y que más tarde, será el abono deseado por las tierras y los huertos.
La escarola y la granada, en las Navidades, te hacen presente el paisaje y el lugar. El color, verde-blanco de la escarola y el amarillo rojizo de la granada, con sus granos encarnados, dulces o agridulces, servidos en la fuente grande circular u oblonga. En su hondón, cerrado por dos anillos verde y plomo, está un gallo blanco, con pico rojo. El gallo sería el que cantara esta noche. El gallo de las veletas… En mi casa, la escarola, la granada y la fuente en la mesa, hace que todos sintamos la navidad.
El recuerdo nunca desaparece… la charca negra, negra por las sanguijuelas, las tencas y las boñigas. El caño nos lleva al Cementerio. Cerca de la puerta grande está la losa granítica con sus dos espigas… labrados el nombre de Félix y Vidal.
Hay un búcaro, regalo de boda, donde siempre hay dos espigas de trigo, recién cortado, amarillo y tostado por el sol de Mayo o Junio, esperando transformarse en pan.
Los nietos –fruta tierna, carnosa y esponjosa, parecían dos acerolas caídas del árbol familiar.
En Navidad, en las fiestas del pueblo y en la matanza, junto al recuerdo, la familia de Juan –el chacinero-se juntaban…: el búcaro con sus dos espigas en la sala grande; cerca, dos vasos de vidrio que reciben y recogen con alegría limpia, el agua… el aceite… y un pábilo con vestido de cera blanca… ¡es la lamparilla!
La lamparilla se deja mecer-flotar… no se hunde… en silencio, recibe, conserva y transmite, lo más grande, sencillo y hermoso, que un Dios puede hacer para el hombre de arcilla… Le dejó la luz, el fuego y el calor… para siempre. ¡No te apagues, lamparilla! ¡DIOS LAMPARILLA!. Que el aceite, color verde amarillo, prensado de las olivas del huerto de Alfredo; el agua color y sabor a limpio, sacada del pozo, en la huerta de Alfredo… ¡te sean felices!
Una noche, una estrella, al ver el agua del pozo, se quiso bañar en él… se quedó dormida… Al amanecer… había que regar la huerta, las coles… la escarola… la cebolla blanca, con sabor un tanto amarga…todos esperaban el agua fresca.
Me acerco al brocal; engarzo el cubo en la cuerda, lo bajo con cuidado para no despertar los insectos, renacuajos… la cuerda se resiste…; puede ser que la cuerda esté oxidada… tiro con pulso firme… el peso no es el usual. En el cubo venía ¡una estrella!... la cuerda se transformó en hilo fuerte de plata. El brocal se cambió de color. Al verme, la estrella suspiró… miró a Julián, el de la huerta. Se recuperó y me dijo: Gracias, Julián: “SOY LA ESTRELLA DE BELÉN… LA ESTRELLA DE LA NAVIDAD”
La luna quiso hacer lo mismo… Se encontró que en el brocal, había un letrero que decía: “Cuidado, precaución; no caerse”… El pocero está de vacaciones ¿sabes?... es que es NAVIDAD… Llegué a casa, no había nadie, la lamparilla estaba suspirando…
La lamparilla está triste… y yo ¿qué?... No sabes los kilómetros que han volado las abejas desde el amanecer, hasta el ocaso de la tarde, buscando el mejor color, el mejor sabor, el mejor aire, la mejor luz… Las abejas insistían una y otra vez… Conocemos encina por encina, todo el encinar. Hemos contado? las abogallas de todos los robles. Hemos tocado todas las flores grandes, pequeñas, soberbias y sencillas… Perdona, le dije, perdona lamparilla.
Del rescoldo, de la lumbre de encina,,, contagió de fuego a una paja de trigo… con cuidado… sin respirar, se acercó a la lamparilla… le transmitió su luz… su calor, su fuego. Gracias, dijo el pábilo; gracias, agua… aceite…abejas… Todos oleréis a caramelo tostado…
Tu hombre, puedes escoger y poner el color, sabor y luz a la lamparilla de tu vida… ¡que no se apaguen! En mi casa hay un letrero que dice: “EN ESTA CASA SIEMPRE ES NAVIDAD” … Junto al letrero, una llama azul, suspiro de una lamparilla especial.
La planta santolina, en el escabel del vaso que contiene y quiere a LA LAMPARILLA… el sueño de muchos hombres, se refleja en las vidrieras, con la luz de ella, que indicas, en las Iglesias, dónde está LA CASITA DEL NIÑO JESÚS…
La familia de los “chacineros”… decimos quemar con el fuego de la lamparilla, todo lo material, relacionado con los niños… muertos; nuestros nietos. El cariño, el recuerdo y los ojos enrojecidos, no queman el fuego de la esperanza.
Junto al trigal, en el prado verde… en la charca llamada “El Concejo”, donde abrevan, acampan y anidan las cigüeñas, en la charca, que se conoce por sus tencas… las mejores del pueblo… en presencia del roble en flor… quemamos en un profundo silencio, todo lo material, perteneciente a los niños… a los abuelos, padres, hermanos y sobrinos. Unimos nuestras manos… en el gesto, encargado al cestero, en un artilugio también encargado. Llevamos la luz, el fuego de la lamparilla; sacamos una tea… el llanto era dulce-amargo. Acercamos la tea a la lamparilla el fuego cambió de sitio.
Estaba todo preparado: la cuna mecedora de Olivo, el colchón pequeño de lana merina; las mantas fabricadas para vosotros en el telar de los pueblos. Las ropitas blancas; escarpines minúsculos… los patucos. Las sandalias con su hebilla… los pantaloncitos bombachos azules, con tirantes. Se los había regalado la Elisa y su hermana, pantaloneras en el pueblo… la peonza de pico lanceta, comprada por su primo, para cuando fuera mayor… ¿Dónde bailas ahora, peonza?... no puedo seguir… Los biberones, los platos y sus cucharas con las que hacías ruido… el sonido lo conserva el aire…
Mi tío, el abogado, lloró fuerte… los juguetes que les había regalado, cuando llegó el turno, los puso en el fuego: Don Nicanor y su tambor… Él también tocó: rompió la vejiga y su zambomba. Don Nicanor… el osito con ojos de pilas, miró y dijo: “les haré bailar a vuestros nietos… hijos y primos…”
La abuela sobre los hombros de Alfredo, no se sabe cómo, depositó la rueca y el huso con la que tanto había confeccionado para sus nietos. Conocía las ovejas de donde habían sacado la lana. Todo se quemó; el trigo iba creciendo… preparando las dos espigas, con las que se recordarían a los nietos, en la sala grande de la casa…
Se libraron del fuego los globos de colores, traídos por otra prima, de la ciudad. En un descuido tomaron aire y empezaron a desprenderse de la tierra. Parecían paracaídas. Vimos como de ellos salían pétalos, formando un letrero que decía: “GACIAS, FAMILIA”.
En el prado verde… quedó un rescoldo de fuego. Antes de separarse la familia, las setas se atreven a decir… somos setas venenosas; somos bonitas, fijaros, tened cuidado, quedaros con mi figura, color y olor. No más… empezaron a escogerse… se acercaron al rescoldo… con las lágrimas entrecortadas dijeron: somos venenosas, no queremos la muerte.
Una caña se rompió, el viento hizo que también mostrara el sonido que tenía guardado… La flauta sonó… la ocarina estaba cerca; rodó como piedra ovalada… las dos ofrecieron el concierto más bonito que he oído. ¿Te acuerdas de la música de Morricone en la Misión? La flauta Y LA OCARINA…
Por repetición el hábito, las costumbres se transforman en Ley. Es el reunirse la familia de los Chacineros, en LA MATANZA Y EN LA NAVIDAD.
Alfredo, para la matanza, ceba cinco cochinos, marranos, puercos, gochos, cutos,… son cinco días de fiesta. En estos días se come, se trabaja… se duerme y se descansa. Hay que contratar a personas para el evento.
Estos días la familia y sus amigos, conectan. Todos están invitados. Las perronillas, el anís y el aguardiente, no faltan. El que quiera, puede degustar las chichas rociadas con vino de la zona…
Otro tanto, en la cercana navidad, ocurre lo mismo. El motivo es distinto. El marco, el ambiente, los amigos, la familia, es el mismo.
Tres o cinco días: La cena… la comida… la lumbre grande, los pucheros, guardados lo mismo que las ollas, sartenes, tinajas… La botella de aceite desaparece, sustituida por el bidón. Lo mismo con el vino, se abren las tinajas, donde pone la fecha de elaboración y los grados del alcohol.
El carro deposita más leña de encina… las lumbres, para la cocina. La gloria, calor y luz de encina, mezclada con manojos de tomillo… de espliego. El olor es de perdiz, de conejo y jabalí…
En el cernedero sse guardan las castañas, el almirez, la zambomba. La abuela Adela, a lo largo del año, con las vecinas, eran los domingos cuando nos sacaban las sillas pequeñas- bellas, con respaldo. En la tajuela, o mesa pequeña de encina… el parchís, la oca, los dados, las cartas. Se reían, enseñaban a veces sus dientes ennegrecidos, había risas, conversación, tertulia. La botellita de anís, no faltaba, escondida de la vista… en el serón.
Las gallinas corrían por la calle… las vacas iban a su establo. Al llegar el ganado dejaron todo… tienen que abrir el corral y ordeñar… los animales relucientes… el ganado parece, que con sus negras esquilas… se nota algo especial.
Mis ojos, limpios por la nieve, ven a un niño. Un coro canta “Venite Adoremus”…. repiten los niños: es NAVIDAD… VENITE, ADOREMUS.
Todos los relojes, de agua, de sol y de arena, MARCAN LAS DOCE. Las luciérnagas se despiertan, los topos salen de sus galerías subterráneas; la ardilla, de rama en rama, se acerca… y deposita una nuez para el NIÑO JESÚS. Una vaca y una mula, junto al Niño. Sus padres con él. Todos los seres vivientes cantan, corren, vuelan y nadan… para ver y besar a un NIÑO LLAMADO JESÚS.
El cuco abre su ventana, bajito… para no despertar al NIÑO…canta… CUCÚ, CUCÚ,CUCÚ… se queda dormido en la veleta de una cueva iluminada por una estrella.
Estos días en mi casa pondré dos lamparillas; una por ti y otra por mí. La otra a MI NIÑO JESÚS. Seamos el mejor agua, la mejor aceite, que el pábilo nunca se acabe en nuestras vidas

Salamanca, 12 de Diciembre de 2008

Firmado Julián López Santolino



Texto agregado el 27-10-2011, y leído por 363 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-11-2011 Amigo Julián: en tu nuevo libro, que estoy perfilando con cuentos tuyos, aparecerá, D.m., este hermoso relato.- Seguro que lo irás recitando de memoria, ahora, cuando pasees por los jardines del cielo.-Un abrazo más allá de las estrellas. emiliosalamanca
28-10-2011 Gracias Nieves por traer nuevamente este texto que emociona.Està en mi recuerdo.******* almalen2005
28-10-2011 que impresion leer ese nombre nuevamente, besos nieves, los recuerdo siempre! sanducera
27-10-2011 Me emociona leer nuevamente este relato con tanta ternura, sencillez y generosidad. Julián está feliz, (así lo imagino) Gracias Nieves. Un Abrazo lleno de estrellas. girouette
27-10-2011 Me emocioné mucho al ver el nombre de Julosan, y mucho mas leer de sus vivencias. Gracias, Nieve. azucenami
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