Amanda pasó largo rato mirando el contraste entre el color lila de la glicina en flor, con el gris intenso y oscuro del cielo. Siempre le había resultado fascinante todo lo que acontecía en torno a la Naturaleza. Si bien era primavera, en cualquier momento se desataría una terrible tormenta, de eso estaba segura… y así fue, comenzó una intensa lluvia que aunque la empapaba, la hizo sentir más viva que nunca y se quedó allí, mirando hacia el cielo que parecía que se desplomaría sobre ella en cualquier momento.
Fue Jorgito, su hijo, el que le gritó asustado, al ver que no se decidía a entrar, entonces Amanda ingresó corriendo a la casa y se quedó junto a la ventana observando la temible tormenta eléctrica que comenzaba: relámpagos que como látigos de fuego se dibujaban ante sus ojos y los truenos ensordecedores junto con el intenso silbido del viento que ya estaba azotando los árboles.
-¿Mami el cielo está enojado?
-Eso parece Jorgito…-contestó tiernamente mientras se lo quedaba mirando por la ocurrente pregunta. Los dos habían tenido la misma sensación…
Hacía años que venía luchando junto a diferentes grupos y organizaciones ecologistas en pos del cuidado del planeta, para que la gente tomara conciencia del sistemático y terrible daño infringido por parte de los seres humanos al único hogar que los cobija. Estaba cansada de la falta de conciencia de la gente, agotada de golpear puertas y de hablar con los gobernantes de turno, los que con una sonrisa les prometían villas y castillas para luego permitir y continuar con la devastación del mismo y con ello seguir enriqueciéndose, cansada de las manifestaciones pacíficas con pancartas, cansada de vivir en un mundo convulsionado y negativo.
Ella sentía que la Tierra era como un pequeño niño que lloraba lágrimas de sangre, que por momentos salían en forma de lava de los volcanes… un niño que pataleaba y gritaba furioso provocando terremotos y tsunamis. Un niño castigado, maltratado, muy dolorido… y tal vez vengativo, sí…vengativo y con razón.
Aquella noche se durmió abrazando a su hijo, prometiéndose a sí misma que al día siguiente seguiría con toda su fuerza luchando por sus ideales, codo a codo con sus pares como lo había hecho siempre.
Esa noche soñó con miles de ballenas surcando las aguas límpidas y puras de los mares… con el Amazonas selvático y tupido, sin talar… con la tierra fértil, agradecida con el labriego que la siembra y la cosecha… con miles de millones de rostros sonriendo.
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A gran distancia de la Tierra dos mentes debaten en silencio cual será la última partícula negativa que se debe eliminar… La decisión debe ser drástica porque el Universo es un todo de energía y éste debe estar en total armonía. El debate dura poco ya que los instrumentos muestran claramente la energía negativa del Cosmos:
Un pequeño e insignificante planeta azul…
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El día que tomemos conciencia en forma colectiva de lo insignificante que somos y del Universo maravilloso del que formamos parte, ese día nos habremos salvado.
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