Tirado en el suelo, como si me hubieran noqueado tras un directo en el mentón en un combate de boxeo demasiado largo, así me encontraba, desorientado y con un fuerte dolor en el orgullo que jamás tuve de guerrero.
Lágrimas de un sabor ligeramente salado se introducían en mi boca demasiado seca para traducir mis sentimientos en palabras, solo mi mente recreaba imagines que se iban borrando sin que nada pudiera hacer.
Una luz demasiado débil me mostraba el camino a seguir, pero no era tan fácil, no, ahora tumbado, noqueado en el suelo no percibía ningún tipo de facilidad para conseguir llegar a ella.
Contra la ventana resonaban gotas de agua, caía una fina lluvia pero intensa que mojaba toda la realidad que me rodeaba, la realidad en la cual me hallaba en cuerpo pero no en mente, dentro de mi algo se había roto en trozos tan pequeños que lo que una vez fue seguramente no volvería a ser jamás.
La mayoría de veces en las que me había encontrado en una situación parecida me calmaba pensar en la realidad exterior, donde mis problemas no eran más que míseras motas de polvo que formaban una insignificante parte en el continuo girar de este inmenso planeta, pero esta vez y por primera vez notaba un dolor egoísta, un dolor que solo estaba dentro de mi y que era mucho más importante que el hombre que fumaba tranquilamente sentado en su balcón viendo caer la lluvia en el bloque de enfrente, más importante que los chillidos coléricos que emitía mi vecina del tercero mientras discutía con su marido, más importante que una sonrisa…
En el estado en el que me encontraba era demasiado fácil caer en el pozo más próximo pero esa jamás ha sido una solución si no todo lo contrario, si no luchas en esta vida ¿que eres? ¿Que sentido tiene?
Tumbado en el suelo, tras ser noqueado, esperando que el arbitro comience la cuenta mientras busco desesperadamente una cuerda donde apoyar mi dolorido YO y aferrarme con fuerza en busca de mi mismo de nuevo, otra vez…
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