Se puede morir en vida
y hoy descubrí que en vida he muerto,
que camino inerte por la senda de la vida,
cargando con las cadenas lacerantes de la culpabilidad
purgando un pecado que carcome mi alma gota a gota
en un cauce vertiginoso de lentitud
y efectividad desesperante.

Las preguntas se aglomeran en mi cabeza
y golpean mi conciencia por hallar su respuesta,
pero el dolor martirizante las rechaza,
quizá por miedo a encontrar la verdad.

Vago inerme por este mundo
cargando sobre los hombros la culpa que
me condena al fuego eterno de seguir con vida física.

Cuatro razones me empujan a seguir luchando
a aceptar mi purgatorio con sonrisas de juguete
cuatro razones sólidas como la creencia en Dios
que me obligan a recorrer solitario mi destino griego.

Por ustedes, razones amadas,
mi vida dará un vuelco y ,si los hombres
quieren lapidar mi existencia con el juicio implacable,
me arrastraré para que no vean mi rostro
y llegaré siempre hasta ustedes
cuando me necesiten o, si alguna vez,
en sus recuerdos acuda de visita mi nombre.