Princesa de un castillo en mis nubes
gobiernas en mis sueños de padre primerizo
y me entregas las armas con que lucho
mi batalla de caballero paternal.

Hija de mis deseos, anhelo génesis,
llegaste a la navidad de mi adultez
envuelta en niñez y una sonrisa,
regando con juegos frescos el calor
de mi àrida existencia preadulta.
El frescor de tu esencia
refrescó el calor de mi juventud marchita
y el rocío de tu mirada
obligó a germinar la flor de amor
-oso invernante en mi pecho-
que aguardaba agazapado
una presa de fugaz romance…
pero esta vez, tu abrazo cálido
derribó mi frivolidad y alimentaste
la famélica esperanza de familia
que albergaba silenciosa en mi alma.

Hija de improviso,
me pillaste sin aviso
y no esperaste respuesta.
Te mudaste a vivir a mi mente
y te hiciste la dueña,
te coronaste princesa
en mi medieval existencia
donde tu madre es la reina.