Desesperada está la doncella,
cansada del largo esperar
de la muerte que la puede liberar
de la maldición aquella.
Un funesto día, vio llegar
de lejos, a un guerrero ante ella,
con heridas de una querella,
a su torre fue a parar.
Auxilió la princesa al herido
caballero casi muerto.
Lo llevó desde su huerto
mientras susurraba a su oído:
"Anhelo que estés despierto,
pues no sabré, como estás, así dormido,
si a mi corazón has conmovido,
y tu sangre es mi acierto."
Ciertamente la princesa deseaba,
que el amor le diera la razón
y así liberar su corazón
de la única cuestión de le alcanzaba.
El guerrero despertó y en acción
de gracias, brindó con la que lo curaba
sin saber que ésta anhelaba,
Con presteza extraer su corazón.
Llegó el ansiado momento...
En una noche negra y tenebrosa,
en señal de amor él le regaló una rosa
y la princesa entró en sufrimiento.
Su cara se mostraba llorosa
cuando tomó su último aliento,
lo echó en tono de descontento
y el guerrero la tomó por vanidosa.
Su corazón no supo matar
al guerrero cuya herida curó,
al caballero que la enamoró,
al único ser que pudo amar.
La tristeza no resistió
y buscó ayuda del agua para ahogar
aquel sentimiento, en medio del mar,
y su maldición terminó.
Epílogo:
Fue encontrado su cuerpo por la bruja y vio que el castigo surgió efecto. Cambió sus ropas negras y sucias por un vestido blanco de diamantes, en un blanco corcel cabalgaba el caballero buscando reconquistar a su dama, la vio a la orilla del río y la vendó y curó sus heridas, ella despertó y su amor fue encantado por una bruja que curiosamente, adora los finales felices... |