| Es duro decir adiós, por eso digo hasta luegopidiendo perdón por la cobardía
 de no decírtelo a la cara.
 Sabes bien que te amo. ¿Cuánto?
 No sabría medirlo, ni cuantificarlo;
 no existe el instrumento que pueda comprobar
 lo que albergado en el alma
 realmente por ti siento.
 
 Necesito alejarme,
 perderme en los abismos
 de mi soledad involuntaria,
 oculto en la oscuridad que produce sentir
 que mi amor es ermitaño; y
 que al gritar tu nombre
 a los mensajeros del viento
 no surge el eco de tu boca
 repitiendo yo también te quiero.
 
 Duele perderte, la flecha de Cupido
 se ha clavado en mis uñas, no en tu pecho.
 Tu partida será por años gota de pena que revienta, incansable,
 en  los erosionados muros de mis sentimientos.
 
 Quisiera tener el poder
 de mandar en tus pensamientos
 para lograr que tu mirada
 gire hacia el horizonte,
 donde huye mi tormento.
 
 Tú deseas estar sola, alejada
 de cualquier tipo de cariño
 que no sea mi amistad.
 Y yo, como amante silencioso, te comprendo,
 mas mis sentimientos no soportan
 el infinito esfuerzo de amarte a la distancia,
 escuchando de tu boca lo magnífico que soy,
 que como hombre me ubicas en una dimensión
 distinta al resto de los hombres, provocadores de tu dolor.
 
 ¿Qué gano con ser mejor que ellos
 si no me alcanza para tenerte?
 Acaso debo ser un maldito desgraciado,
 machista y descorazonado para lograr que me ames.
 ¿Tendré acaso que mentirte de vez en cuando
 y tratarte como a una cualquiera? Lo siento, no puedo.
 El nivel de mi amor borró las mentiras que conocía.
 
 Me alejo, cargando sólo la esperanza en mi equipaje.
 Espero poder olvidarte, aunque sé que el amor
 no se apaga como la flama  de la vela
 que recibe  en su llama
 mis lágrimas.
 
 Miento,
 el tiempo será mi consuelo y
 tu recuerdo la cura a mi lamento.
 El calor de mi amor arderá por siempre
 a pesar de que el futuro
 me acople a otro sentimiento.
 
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