Miras con la mirada del viajero
que se quedó dormido en el tiempo
y despertó en el hoy, ajena, atemporal.

Llegaste acuífera a este mundo sólido
y te aferraste a nuestro smog con un llanto,
lastimero y frágil, tu primera protesta al sistema;
y tu queja, lógica para alguien aún ilógica,
derribó las barreras nerdentales de mi orgullo
y lloré contigo… silencioso… bendito.

Mi mirada impertinente recorrió tu cuerpo
y te sentí frágil origen, caudal puro de río austral…
pero ¡qué errado!
Eres más fuerte que yo: sin saber nada
dominaste mi mundo y encadenaste mi voluntad
a tu presencia renovadora, encantadora…cautivadora.

Fruto primero de este árbol ya maduro
regalaste, con la dulzura de tu carne
y la fragancia de tu esencia,
primavera a mi esperanza casi marchita.
Hoy sonrío en flor, en una primavera constante
cosechando tu mirada, tus balbuceos,
aquellas brazadas que no te llevan a ninguna parte,
pero que me obligan a ir a ti,
para tomarte, para abrazarte, para marcar a fuego
la calidez de tu contacto, tatuaje
en mi memoria con la tinta de tu aroma.


Hija, gracias por romper el sello
de mi surtidor de amor paternal
¡Qué poderosa eres, semilla de mi carne!
conquistaste mi mundo y tan solo me miraste.