Aunque no lo lean jamás


Hola Javiera, hola Diego.
Sí, soy su padre
y me gustaría hablarles.
Posiblemente…
nuca lleguen a leer estas líneas,
pero necesito decirles esto.


Por favor, no me juzguen por hacerlo,
mas no me quedan motivos para no hacerlo.
Saben, siempre se dijo que sería un ejemplo,
que era un gran padre, un gran hombre,
que tenía mucha suerte al haber encontrado
una mujer como su madre para formar una vida.


Lo único cierto es lo último,
lo demás es sólo basura, o,
por lo menos,
mis actos han demostrado
que nada era cierto.


Quisiera estar ahí para abrazarlos a diario
y que me regalen una sonrisa.
Que asocien mi presencia a algo que les pertenece,
mas mi presencia es de visita,
la de un caballero que llega de vez en cuanto
y que los besa, que los abraza
como queriendo absorber su vida,
oliéndolos hasta dejarlos sin aroma.



Dones sagrados,
perdonen a este envase de vida moribunda.
Sepan que lo son todo para mí y que les debo la vida.
Díganle a su madre que la amo más que antes,
pues mi culpa me ha dejado mirar más allá del sentimiento mortal.

Los necesito. Sin ustedes
no tengo brazos para nadar en esta tormenta.

Recuérdenle a su madre que ustedes
son el fruto del amor, no de la casualidad.
Que la culpa es mía, toda mía
y que ustedes son el motivo
para perdonar e intentar sobrevivir.

Ya no quedan lágrimas y sigo llorando.
Ya no queda voz y mis gritos
hacen volver cabezas a cientos de kilómetros.

Hijos, los amo.
Sean siempre un orgullo para su madre
y para su hermana mayor. Díganle al oído a ella
que la amo como a ustedes,
y no se pongan celosos
porque a ella la amé primero.

Tres hijos
una esposa,
mis cuatro extremidades
cercenadas por mi irresponsabilidad.