hablé con mi hermano y me dijo que nada es para siempre... nos dimos las manos y nos despedimos por un buen tiempo... han pasado los años y no sé nada de él... hace poco le he visto en facebook, estaba con sus amigos en un yate en pleno océano... sus ojos estaban llenos de vejez... no tenía cabello... usaba lentes y estaba gordo, mas bien obeso... era mi hermano, el cual no sabía nada de él... cogí un papel en blanco y escribí una carta dedicada a mi hermano... no recuerdo lo que puse pero me salió del corazón... han pasado los años y no me ha respondido nada... miro la ventana de mi casa y recuerdo sus palabras, nada es para siempre... me miro al espejo y veo a un anciano, sin cabellos, obeso y con los ojos más tristes y solitarios que he visto... bajo la cabeza y miro mi cama... solitaria como mi alma... miro la puerta de mi cuarto y siento que debo salir... estoy vestido a pesar que es media noche; y cuando estoy en la puerta, un hombre llega a mi casa con una carta de defunción... mi hermano ha muerto... nada es para siempre, me digo cuando cojo la carta y la guardo en uno de mis bolsillos... salgo a la calle y miro al cielo negro, y siento que estoy mirando un espejo gigante en donde reconozco a dios en todas partes, incluso dentro de mí... sonrío y mirando al cielo me pregunto si mi hermano está a mi lado... siento una mano en mi hombro y sí, es mi hermano muerto, sonriente, diciéndome que le ha gustado mi carta y que muy pronto estaremos juntos, al lado de dios, uno al lado del otro, como siempre quisimos estar... sí, le respondo... adiós, le digo y él se va por el cielo totalmente de luto, de negro... |