El aseo se vuelve complicado. Los pelos de la nariz crecen con desmesura, puedo tocarlos. Conseguí un espejo con aumento y una pinza. A ver, allí está uno, trato de apresarlo, pero el pulso me tiembla, ¡al fin!, tardé una eternidad. Parece que fue ayer cuando mi amante me decía, acuéstese, que yo lo depilaré. Uno tras otro iban saliendo y cada vez que gritaba, ella corría sus dedos por mi mejilla y frotaba su nariz con la mía. Ahora, cada vez que arranco uno sobo mi piel, limpió el espejo y también el bulto de mis ojos.