Colomba-blue--Música
Cuántas veces he escrito lo mismo? Siguiendo el rastro desolado de la memoria, dejando marcas de caracol que brillan en la oscuridad.
Y he tratado de cambiar de tema, de pensar en otras cosas, de ahogarme en la rutina. Y la vida se me llenó de silencios y sombras, haciéndose confortable e indolora.
Estoy enferma, algo a los huesos dice el médico. Mucho reposo, tómese estas pastillas y relájese. Quédese en casa, lea un buen libro. Haga de cuenta que está de vacaciones -me dice-
con esa alegría tan propia de la gente jóven que siempre encuentra un motivo para sonreir. Lo miro intentando contagiarme de ese
aura de optimismo. Creo que lo logro, o al menos logro parecer feliz.
No puedo leer. Mi vista se ha ido debilitando y las letras me parecen ejércitos de hormigas alineadas una al lado de la otra. Otro signo inexorable de mi decrepitud. No es que me importe mucho la vista. Ya he visto todo lo que tenía que ver y a estas alturas de la vida tendría que aparecer un plato volador en mi jardín para despertar mi curiosidad. Y asumo que un plato volador debe tener unas
dimensiones que me permitirán darle una buena mirada sin necesidad de usar anteojos, así que estoy bien.
Estoy en cama entonces, intentado descansar y tomándome los medicamentos. Me dan sueño y me atontan, pero me gusta la sensación. Me imagino que por eso se droga la gente, por esa impresión de salirse del cuerpo, de sentir tibias las rodillas y un cosquilleo en el pecho... Algo parecido a la felicidad, pero de carácter instantáneo, sólo tragando una pastillita con un poco de agua. De haberlo sabido habría sido drogadicta. Mentira.
Siempre he sido una cobarde.
Ahora me preocupa un poco esto de la vista. No lo había pensado antes. Recuerdo haber leído hace muchos años Los Miserables, en una parte habla sobre como te puedes ir hundiendo en la miseria de
manera tan sutil que cuando tocas fondo te parece que siempre estuviste allí, por eso no te sorprendes y sigues igual. Lo mismo pasa con
perder la vista. Ha sido de manera tran gradual que me he ido acomodando de tal manera que todo es normal. Y si me condenaran a muerte, tampoco
iría bailando hacia la silla eléctrica o hacía la
inyección letal, como en la película esa, que no recuerdo el nombre.
Mirando el techo, hago un recuento de mi vida: Nada. Cómo nada? Eso, nada. Una vez te amé. Lo unico que recuerdo de ese amor era lo
jóvenes que éramos y creo que fuimos felices. Quien puede saberlo ahora? Después de eso nada. Un unicornio ya es magia suficiente. Imposible volverlo a encontrar.
Increíble como una tontería te puede hacer notar la completa inutilidad de tu existencia. Un médico joven y sonriente te manda a casa por un dolor de huesos y de pronto descubres que ni siquiera has
vivido, que has vegetado durante toda tu existencia. Y qué
más da? Que puedes hacer ahora? Sólo mirar el techo y suspirar.
Hora de la pastilla de la felicidad. A más pastillas más felicidad, no? La ecuación es simple. Y es una idea que nace así, sin que te des cuenta. O tal vez siempre estuvo allí y lo que necesitaba era una dosis encapsulada de valor para hacerlo.
Qué puedo perder? Y lo más triste, quien puede perder algo si lo hago? La respuesta es tan obvia que me da pena sólo de pensarlo.
Felicidad, felicidad, felicidad elevada al infinito. Sólo me arrepiento de algo: Me habría gustado ir bailando.
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