Mi amigo
Ezequiel:
(Aparece nervioso caminando de un lado a otro del escenario, tartamudea, después de unos segundos se controla) ¡Siempre quise tener un amigo! Y aunque tuve más de un hermano, -que por cierto, jamás nos llevamos muy bien-, traté de buscar uno en la colonia, en el catecismo, en la escuela y creo que hasta de bajo de las piedras, pero en verdad, ¡era muy difícil!, Ya que todos querían jugar al futbol, a las luchitas o quizá a ir a romper algún vidrio a la casa de enfrente… Pero ¡Yo… Yo no!, Yo necesitaba un amigo para platicar acerca de lo que ocurría afuera del planeta, de los cambios de las estaciones, del porqué de la muerte de mis abuelos, pero al parecer todos los niños de doce años como yo solo pensaban en chavas, en fut o en romperle la máuser a otro… ¡Pero Yo no!, Yo tan solo quería que alguien supiera que existía y saben ¿por qué? Un día al volver de la escuela quise platicar con mi madre y nada, no me hizo caso… Después, lo intenté con mis hermanitos y tampoco ellos tampoco me hicieron caso, así que saqué una conclusión. ¡Soy un niño invisible! (guarda silencio por segundos) Eso me gustó por algunos días, pero me aburrió después, ya que me sentía yo solo contra el mundo.
Una tarde Mi prima llevó a su novio Hugo a mi casa y mientras ella se iba a ver a su otro “amigo”, Hugo, se quedó platicando un rato, conmigo… Platicamos sin parar de lo que pasaba en ese momento en la escuela, de la situación del país, de los nuevos avances tecnológicos, tan padre se puso la plática que ni nos dimos cuenta que habían pasado casi tres horas… Fue entonces cuando volvió mi prima y se fueron, pero, ¡Por fin tenía un amigo! Y ¡era inteligente! Y no como los sonsos de los changos de la secun.
A partir de ese día nos volvimos grandes amigos, íbamos a fiestas juntos, cuando se peleaba con mi prima la iba a votar a su casa y mejor nos poníamos a jugar video juegos y en ocasiones hasta estudiábamos… ¡Todo iba bien con mi mejor amigo!
(Se sienta junto al árbol) ¡Pero como en toda historia, siempre hay algo malo! Y sigo hay, porque creo que aún no termina…
Una tarde antes de ir a la escuela, llegó mi prima toda alterada y gritando a mi casa:
-¡Hugo, ¿Dónde está?!
Yo no sabía de lo que estaba hablando, así que no le hice mucho caso y seguí guardando mis cosas.
-¡Más vale que me lo digas, si no, de lo contrario, sabrás de lo que soy capaz…!
En verdad que no entendí nada. Así que entre tanta algarabía, me fui a la secun y ya ay se me hizo raro no ver a Hugo en su salón, ni en el recreo ni en la salida y esto se repitió durante tres meses más.
La histérica de mi prima además de ir a llorar y gritar por todos lados no daba otras explicaciones… Hasta que… Hugo llegó una noche cargando entre sus manos este símbolo.
-¡Amigo, ven!
(Comienza un diálogo entre ellos)
-Hugo, per…
-Escucha, habrá cosas que dirán de mí y quizá no entiendas y será mejor que hoy venga a despedirme de ti, pues…
-Hug…
-¡No interrumpas y calla! Este símbolo que hoy te regalo fue utilizado por los druidas como muestra de lealtad, en verdad te digo, que escuches lo que escuches, no hagas caso y recuérdame… ¿Me entiendes.
(Sollozando) Fue la última vez que vi a Hugo pues después de entregarme su obsequio tan solo me dio un fuerte abrazo ante las miradas tontas de la gente morbosa que iba pasando por la calle y se fue. Creo, no, estoy seguro que es la única vez que he derramado una lágrima ante un adiós de un gran amigo… Por eso, ese símbolo lo pegué aquí en este gran árbol, como lo abrían hecho los druidas para que su espíritu siga vivo en el mundo.
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