El árbol
(El inicio)
Nabor:
(Voz en off) (El escenario se encuentra en silencio y oscuridad total, comienza la narración) “Dicen que el dar la vida es privilegio solo de Dios, y que se consigue con mucho amor… De pequeño, soñaba, con un lugar en el cual pudiera escapar de todos los malos tratos de mis maestros, de las burlas de mis compañeros por mi voz tan chillona y sobre todo por los golpes propiciados por mi padre por no ser como el esperaba que yo fuera. Un día en la clase de religión, la profesora, la Señorita Dora, comentó:
-Tomen niños esta semilla, siémbrenla muy cerca de su casa y verán la obra tan maravillosa que hará Dios en ese momento, será tan grande, que no les quedará duda de su existencia (con ironía) y más así como se los andan diciendo en la escuela.
Pensé rápidamente, ¡llegó el momento!, Era una señal, si todo sería un milagro, se acabarían los golpes, las burlas los maltratos, ¡Sería muy feliz!... Así, que corrí a sembrar la semillita cerca de mi casa y tal y como nos lo había comentado la maestra Dora, cada tarde, le platicaba historias bíblicas para que creciera fuerte y sana, yo sabía que muy dentro de mi pasaría algo, pero aún no sabía que. Pasaron uno y otro y otro mes más y la semilla no germinaba, yo aterrado le platicaba a la maestra y ella solo respondía…
-¡Ten fe!
Pero con fe, no se acababan ni los golpes, ni los gritos, ni las burlas, ni los insultos en verdad que estaba ya al borde de caer en la desesperación… Una tarde de tantas mientras esperaba a que mi árbol naciera me puse a pensar… (juega) ¡Por qué pienso verdad!... Si yo cuido tanto a esta semilla, la protejo, le doy agua, le cuento historias… ¿Qué acaso no soy como su papá? Y entonces, ¿Por qué yo no la golpeo o la maltrato? En verdad nunca lo entendí, lo que si entendí es que en mi casa y en la escuela a mí no me querían por ser diferente a los demás y por no tener quien me cuidara, abusaban de mí… Pero pronto, muy pronto, existiría un lugar donde nadie podría tocarme, pues al igual que mi árbol habría alguien que me defendería.
Cierto día al volver de la escuela, decidí pasar a ver cómo iba el crecimiento de mi árbol antes de ir a mi casa, de pronto si esperar, dos de los chavos del salón se me acercaron en busca de pleito.
-¡Ay va el mariquita¡, (decían burlándose)
Yo no quería problemas, así que salí a toda velocidad de aquel lugar, era salir golpeado o evitarme los golpes y llegar a casa, así que como pude corrí, brinque hasta llegar a la puerta del edificio y… (silencio) No hubiera pensado en contar nada a nadie sino que… Para variar, uno de los vecinos, espero la venida de mi padre del trabajo y con lujo de detalle comentó:
-¡Lo hubiera visto, parecía alma que lleva el diablo, un poco más y hasta diarrea le hubiera dado!
Mendigo mono chismoso, mi padre al enterarse, solo, llegó hasta la puerta de mi recamara, me llamó, una, dos veces y de pronto (solo tres cinturonazos por raro)
-¡Y no llore que los hombres no lloran! Y ¡No meta las manos!
La violencia continuaba y el árbol no crecía así que hoy luna llena vengo a entregar mi voz para alimentar sus raíces con mi relato.
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