Renuncio a morir por amor y a matar por deseo. A la dopamina que crea destino y al propio Eolo hizo preso. Yo, que consumo emociones ofrecidas en teletienda, malvendo al peor postor de mi voluntad conatos. Yo, reniego de las promesas oximorónicas que nadie prometió. Blasfemo contra el catecismo del "debe" y del "se", del imperio de los impersonales. Y si renunciando me condeno diligente he de pagar el precio de añorar la onírica nostalgia de quien una vez tuvo otro sueño.
Texto agregado el 09-10-2011, y leído por 267 visitantes. (8 votos)