Hace mucho hubo una princesa
que por corona tenía un anillo,
como reino tenía una espalda de pecas,
y por latido tenía el ronroneo de un gato.
Un día, la princesa lo perdió todo.
Ya no hubo fotos desprevenidas,
había una ausencia al lado de su cama,
empezó a odiar a los gatos,
renegó de todo lo que atesoraba.
Ahora la princesa ya no usa ese anillo,
a veces camina y piensa en esas pecas,
en esa ausencia que aun le duele,
se despierta extrañando todo eso que ya no tiene,
y fuma pensando en que hará si un día él vuelve.
Es inútil, reconoce la princesa,
hay un mar de distancia y años que han pasado,
el que fue su reino ya no la mira, no la busca.
Y la princesa añora, desea y quiere todo de vuelta,
se refugia en esa ilusión
pero la realidad la encuentra
en su cama, a la 1.30 am.
Así perdió ese reino
que tenia un bosque de barbas,
mitad rojo, mitad castaño,
donde sus ojos se detenían
a mirar, hasta quedarse dormida.
Y ella suspira
mientras piensa en todo ese amor que se perdió
en una batalla que él ni siquiera se molestó en luchar.
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