Muerte oscura, sin candiles en el ataúd,
no hay luz,
no hay paz entre la madera,
que se consume por el tiempo,
que se desgasta por el fulgor de tu escape.
Tumba sin nombre en la memoria,
huyes de mi mente aplastada, cansada,
crepitas en la estepa.
Eres sangre en mis venas,
bilis que escupe mi hígado borracho,
como el tuyo.
Te escondes en la carretera atestada,
conduces tras tu idea,
vuelas plano sobre la colina.
Me asusta el no encontrarte
aunque sé que ya no estás,
me asusta el parecerme a ti,
vivir frustrado,
con una copa rebosante en la mano,
escupiendo whisky en sueños.
No quiero tu alma negra,
castrada por la disciplina.
Aborrezco tu aroma que me impregna,
que me es igual,
no quiero ser tu,
pero te veo en mi.
Y, aunque no quiera,
recorro asustado la colina, buscándote,
desesperado, sudoroso,
sin poder encontrarte,
entra el bramar de los autos,
de la incógnita,
de esta carretera caracol,
lumbre oscura.
Mi alma arremete, corro,
luces ahogantes que te cubren,
que te alejan de mi,
que te acercan en penumbras.
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