Tengo prohibido el privilegio de llorar
Por eso flaqueo entre ceniza y vino
El tesoro de una lágrima lo he perdido para siempre
Tan solo queda un lamento vehemente
Maldita hora de las crueles dudas
En que se desvanece la fuerza y la virtud
Maldito el momento en que llega la noche
Y mis ojos se ciegan de tristeza sin derroche
En la cima de la luna estoy
Un condenado a muerte soy
Siguiendo siempre el sendero
De la oscura vida sin ningún consuelo
Los hombres no lloran
Recitó un día mi madre
Y ahora muero sin ninguna cortesía
Tras las verjas de aquella vieja poesía.
Texto agregado el 06-10-2011, y leído por 129
visitantes. (2 votos)