La siguiente crónica describe los hechos acaecidos entre la madrugada y las 9 horas del viernes 18 de Marzo de 1932, según los escribiera el protagonista de los mismos, Ulpiano Ezequiel Falcón, de su puño y letra, en los papeles hallados en su casa la noche del sábado siguiente.
Yendo a su trabajo como lo hacía en forma habitual, Ulpiano recorre la calle Martell, montado en su motocicleta. Al llegar a la esquina del correo un joven que corre descontrolado se interpone en su camino y Falcón golpea fuertemente su cabeza contra el empedrado mientras que el joven da varias vueltas hasta quedar desvanecido sobre la vereda.
Despierta en una cama del sanatorio local y al incorporarse observa su figura en el espejo y toma nota, con asombro, de la singular situación. Se halla rodeado de familiares fallecidos y su rostro se presenta increíblemente joven, calcula aproximadamente, 17 años.
Ulpiano intenta salir de la habitación pero una señora robusta que parece ser su tía Inés y un caballero de bigote a la italiana le impiden el paso mientras le ruegan que se quede y le advierten de lo peligroso que puede resultarle abandonar el citado nosocomio.
Tras unos momentos de forcejeo logra abandonar el lugar y se dirige hacia su casa a la carrera. Una motocicleta fuera de control lo embiste y da varios tumbos hasta desmayarse sobre la vereda, mientras que el conductor de la moto golpea fuertemente su cabeza contra el empedrado.
Los dos cuerpos de falcón yacen en la vereda mientras la multitud se agolpa expectante aguardando la llegada de la ambulancia.
Una vez recibidos los tratamientos de rigor, habiéndose recuperado de los golpes, ambos son llevados a su hogar del barrio la esmeralda.
El día siguiente, alertados por los vecinos que dicen haber escuchado cierto tumulto en la casa y habiendo observado la presencia de una señora gorda y un hombre de bigotes y traje gris, la policía se presenta en el lugar y constata la desaparición del (o los) accidentados.
Sobre la mesa de luz hallan el texto que refiere esta historia, para sorpresa de los agentes y testigos, ya que Ulpiano Ezequiel Falcón, no sabía ni leer ni escribir.
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