Inicio / Cuenteros Locales / juanpascualero / La guerra de los caballos
Durante millones de años, el lago de Maracaibo (que no se llamaba así*) y la selva circundante permanecieron estables y tranquilas. Allí nacía y crecía una enorme variedad de animales y peces cuyas únicas tareas consistían en alimentarse, aparearse y cuidarse que otros no se alimentaran de ellos.
Esta tranquilidad se vió deshecha de la noche a la mañana por la llegada de maracuchos y merideños que “descubrieron” que el sur del lago les quedaba más cerca que Margarita.
Construyeron casas para el fin de semana y las dotaron de las cosas imprescindibles relacionadas con el disfrute de la naturaleza en su estado natural (refrigeradores para la cerveza, barbacoas para echar a perder toda carne que pasara por ahí etc.)
Los pueblos costeros estaban habitados en su mayoría por negros descendientes de esclavos a quienes los advenedizos usaban y despreciaban. También los desalojaron de la franja playera comprándoles esos terrenos.
Y bien, todavía no apareció ningún caballo... No aparecerá.
Alguien, quizá con buena intención, se compró un modesto bote con un motor de 5 caballos... Ya adivinaron...
Con el mismo sentido deportivo de competencia que habían construído sus casas, el vecino adquirió un bote más grande con un motor de 15 caballos. Y así siguieron. Yo dejé de ir un tiempo por esos pagos cuando Eustoquio Gómez (sobrino del dictador) puso en marcha su johnson 148 S.H. Y pensé que ese era el fin de la historia, ¡pobre de mí!, el mismo dia que regresé estaban botando (¡¡con dos tractores!!) un crucero de 25 mts de eslora.
*Los indígenas le llamaban Coquivacoa que suena mucho mejor. Lo mismo sucede con el salto Angel (nombre de un aventurero buscador de oro) cuyo nombre original es Churum Merú.
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Texto agregado el 05-10-2011, y leído por 124
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