Con estupor, me he enterado por varios medios, que niños de Vietnam, de China y de otros países, realizan verdaderas hazañas para asistir a sus lejanas escuelas.
Pequeños que acuden a clases utilizando todos los medios disponibles, cruzando a nado caudalosos ríos, atravesando estos mismos afluentes por medio de un arnés, caminando largos trayectos, incluidas montañas, cual si la educación fuese para ellos deporte aventura.
Se decía antes, la letra con sangre entra y vaya que razón tienen estos mentores de una escuela arcaicamente castigadora. Tras una fatigosa travesía, la geometría y las matemáticas les enseñarán a estos chicos la cifra exacta, el tris que se interpuso entre una caída a un torrentoso río o a la garganta de un barranco. Y serán calculadores, sabrán que la existencia es cosa frágil y desechable y esa será la lección mejor aprendida.
En este mundo que se debate en los albores de una crisis, si la generosidad se antepusiera a esos intereses palaciegos, si la palabra no se viera obstaculizada por esos correntosos ríos que separan a los unos y los otros, si algunos de los importantes líderes que gobiernan el mundo, se juramentaran a servir a la gente y especialmente a esos pueblos en donde heroicos muchachitos se juegan la vida en pos de una alfabetización que de poco les servirá si peores obstáculos se anteponen en sus vidas, en suma, si todos los hombres del mundo jugaran a ser menos inteligentes y más emotivos ante la miseria y la precariedad de muchos, no habría que encontrarse de sopetón con estas noticias que nos dejan con el alma en vilo…
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