Placida remembranza,
el invierno marcado en la desnudez,
sueño envilecido del árbol.
Tiempo muerto, en el camino,
en el vivir, en el andar,
de quien perdió la constancia de dormir,
para así poder soñar.
Las sabanas enmohecidas por el tiempo,
la almohada incomoda,
destrozándote la mente,
Derruyendo el pensar, la idea del ideal,
arrancando de ti la libertad, vieja desconocida,
esclava de sus letras.
El invierno sigue fuera,
amenazante,
con sus ramas limpias, y su ímpetu de tirano,
y yo dormito placido, queriendo,
o esperando tal vez, Sin mucho interés,
volver a soñar.
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