TAURUS
La autoría de este relato está compartida con mi amiga Luisa Urrejola, gran ser de luz. La idea fue construir la historia párrafo a párrafo buscando no perder la coherencia a medida crece.
JR: Yo estaba metido todo el día en una cáscara. Fue hasta que decidí comprarme esa arma que todo tomó un nuevo color. Opaco, pero más seguro.
LU: Al llegar a mi pieza, no había dónde guardarla, si la dejaba bajo la almohada no podría dormir, y si la escondía en el closet alguien podría verla.
JR: La sensación tipo Clint Eastwood pasó a un segundo plano e incluso pensé en cambiarla por una buena droga y que la mejor manera de enfrentar la realidad era evadiéndola. Pero sostener esa Magnum Taurus en mis manos, lo reestructuró todo. Era un pequeño Dios, además, conocía a unas cuantas personas que se merecían un buen balazo. Por mientras, la guardaría en el estanque del baño en una bolsa hermética.
LU: Pensé, sin embargo, que una Magnum Taurus dentro de una bolsa era como meter a un potro salvaje en una plaza de niños. Decidí entonces dejarla en el velador acompañada de una botella de ron.
JR: Fue entonces cuando comenzaron los problemas. Para aquellas noches de insomnio, en las que sólo tomando una “caña” de licor pirata encontraba el sueño. Pasé a llevar el arma, que luego de golpear el suelo un disparo comprometió mi pierna derecha. ¡Joder! Ese ardor de la pólvora y la mancha de sangre in crecento me enloqueció.
LU: Pero por un momento las cosas parecieron mejorar. La sangre caliente brotaba más fuerte que el dolor y el color empezó a predominar para mi felicidad.
JR: Rojos que me recordaron sus labios bienhechores y esas ganas de querernos sin que nada más importara en este puto mundo. Sus cabellos que compartían la misma intensidad eran un placebo del pasado que parecía milenario y pagano ante los ojos del hoy.
LU: El disparo sólo era una metáfora del deseo de equivocarse para que se desatara el calor de la vida fluyendo sin agotarse. Ya todo se había prostituido en sus mentes, la única pureza podía resultar de un comienzo.
JR: Pero… ¿por dónde empezar? Llevo casi tres décadas intentando comprender el comienzo de las cosas, pero más miedo queda dando vueltas por mi cabeza, en que por cada comenzó debe entenderse el final de las cosas. Sin embargo, estaba seguro que debía dejar esa habitación y salir a jugar. Primero, eso sí, vendar la pierna y botar la alfombra manchada con sangre.
LU: Como siempre, volví al comienzo inmediato. Salir de ahí. Salid de mi ensoñación con la sangre y volver a lo concreto del dolor, o a lo concreto de no saber cómo seguir.
JR: Tragué mi confusión y atravesé el umbral sin un propósito claro pero confiando en que no existe presión de equivocarse en el futuro. Que no debo preocuparme por cosas que no han ocurrido aún. Que debo despejar la mente y reencontrarme con mi sonrisa y con la de los demás. Sentía el cuerpo liviano, capaz de volar. Noté que la sangre marcaba mi camino, paso a paso. Espero queden litros suficientes para seguir.
LU: Al tener la sensación de liviandad espontánea, suspiré hondo por primera vez en ese día. Sentía algo a mi lado, una presencia agradable… y quería seguir sintiéndola, y la podía sentir incluso con la sangre que no dejaba de fluir.
JR: Sólo espero que aquella presencia sepa primeros auxilios, que controlen la hemorragia y así poder seguir avanzando ¿con ella? Porque no. Como no sabía su nombre, decidí llamarla…
LU: Tenía la certeza de que los primeros auxilios estaban ahí mismo, la herida y la cura, y así era. Él y ella al mismo tiempo. Y lo llamé…
JR: Fuimos cómplices hasta que podamos serlo. De ves en cuando una mirada entre ambos bastaba para dar cuenta que todo estaba bien, existe un afecto que a cada segundo crece, que podíamos darnos un asilo mutuo. Que crecíamos libres. Que la pierna ya no sangra… ¡Y que nunca supe cuando esta historia tomó este curso! De vez en cuando basta dejar que la corriente haga lo suyo. |