La noche venia pesada. La yuta había dado vuelta mi pieza pero nada. Me tenían esposado y cada tanto me hacían notar las distintas utilidades que tiene la culata de una ITACA.
__ ¡Dale canta! ¡Canta deformado!__ me decían.
__ ¡Yo no se nada amigo! ¡No me peguen mas!__ Respondía con lo que me quedaba de cara. Así me tuvieron un buen rato. “Todo va estar bien mientras no toquen el cuadrito”. Pensaba.
Es que detrás del cuadrito estaba el pequeño bagayito que olvide descartar. Era un detalle, un punto en la pared que me podían valer desde cinco a diez años a la sombra. No viene al caso decir que contenía el paquete pero era algo bastante pesado y purito. Si hasta el pobre Gardel parecía sudar tras el marco de lata que circundaba su mundo. De pronto ocurrió lo que menos esperaba.
Un miliquito, con menos ideas que un plumero pero con unas ganas de sumarse unos porotos con el comisario, recalo en la sonrisa del zorzal y se le fue al humo.
__ ¿Qué hacemos con el cuadro jefe?__ pregunto con venenosa calma. Muchas cosas pasaron por mi mente. En el momento tuve ganas de reír, de llorar, de putear, pero nada tenia que decir algo que desviara su atención. Sin embargo las palabras nunca fueron mi fuerte lo que me dio fama de bruto poco sesos.
___ ¡Con el cuadro no!__ grite
Un amargo sentimiento me recorrió el garguero al sentir esas miradas que se clavaban en mí como picanas. Aun recuerdo el gris culatazo, el ojo morado, lo frío del patrullero y la insoportable risa del comisario.
Hoy cumplo mi primer año aquí en la cárcel. He tenido muchas cosas en que pensar. Quizás sea hora de aprender un oficio o terminar la secundaria, pero mi instinto me dice otra cosa…
Lo mío es el afano.