Cada vez que llegaba el mes de octubre sangraba por la herida,
herida que llevaba más de 8 años sin sanar y de la cual tenía la certeza de que nunca iba a cicatrizar.
Lejos en la memoria quedaron los textos improvisados, espontáneos pero muy sentidos que hacía en computadora e imprimía en papel para saludarla en su día,
para agradecerle por cuidarla, mimarla y acompañarla para toda la vida o eso creía(con la ingeniudad de una niña como se edad lo ameritaba).
Grabada en la mente quedó la imagen de su cara como fotografía,
pero cada vez perdía mas y más el registro de su voz, y eso la enoloquecía,
tenía miedo de que ocurriera lo mismo con su imagen y que así susediera lo que tanto temía, que se ausentara por completo, que la perdiera hasta en sus recuerdos.
Pues el castillo se derrumbo aun antes de haberse construído, no alcanzó a tomar sentido cuando su interior se convirtió completamente en un vacío.
Y ahora estaba a una vida de distancia de ella,
y se arrepentía de no haber aprovechado su niñez para decirle cuanto la quería (ya que, como toda niña, sólo se acordaba de expresarlo en fechas célebres).