Ahora después de mi vida lo puedo confesar: Mis hijos me caen mal.
Peor los varones que las nenas. El mayor nació de patas. Casi muero. Lo detesté desde ese instante y supe que Oscar sería igual que su padre: un inútil.
Luego vino la segunda. Un alivio. Ya tendría alguien que me diera la mano en los oficios de la casa. Pero salió pesada de manos. Todo lo quebraba, todo lo tiraba la Mariela. La mandé a la escuela para deshacerme de ella. Pero como no pudo pescar marido que la mantuviera, ahora parasita en mi casa envejeciendo conmigo.
Dos años más tarde llegó el tercero junto con el cuarto. ¡Por partida doble! Sabía que me darían demasiados dolores de cabeza. Nacieron calavera Pedro y Alberto. Ladrones y mentirosos. Lo ladrones lo sacaron del padre, lo mentirosos seguramente de mi. Les mentía cada vez que les decía que los quería, aunque fueran pocas veces. En realidad los necesitaba porque en el pueblo no había morochos y cuando nacieron fueron la sensación. Los exhibía en la feria los sábados y lograba hacerme unos realitos de más ya que el inútil de su padre entre las polas y las apuestas no dejaba nada para la remesa.
Creí que serían los últimos. Ilusa yo que aprendí a mamar ron con 4 hijos en la colcha desesperada por sus demandas. El ron me hacía olvidarme de al menos dos de ellos por turnos. Una semana me olvidaba de los mayores y a la siguiente de los menores. El problema era que el padre también mamaba ron y en cada borrachera se iba a putear con la plata de la remesa. Cuando los morochos dejaron de ser sensación, ya no hubo reales para las putas de mi marido entonces se emborrachaba y me hacía otro hijo.
Así llegó la Beatriz, puta a más no poder. Desde pulga se lo noté. Se levantaba la falda en la escuela y les cobraba a los otros niños por mirarle la cosita. Su maestra me avisó. Entonces la cambié de escuela a una de las hermanitas de la caridad. Entonces aprendió a ser puta y cachapera.
El siguiente fue Hugo, que se creyó poeta y por eso no estudió. Un día me dijo que la poesía no se estudiaba, se sentía. Le hice sentir mi poesía hasta que le sangraron las corvas, pero al final decidí que sería buen negocio que no estudiara, con eso podía pagarle la colegiatura a la puta que al menos pintaba con mejor futuro económico que los demás.
El último llegó como un escupitajo. Ni lo sentí mientras lo paría al Fernando. Parecía un renacuajo mal hecho. No habló hasta los 11 años pero cuando empezó a hablar ya nadie lo detuvo. Se hizo político así que ahora es un inútil sin estudios pero con reales de sobra para mantenernos a todos.
Por eso me caen mal mis hijos. Porque me tocó parirlos, mantenerlos, educarlos, alimentarlos, limpiarles el culo, las babas, los vómitos, los mocos. Dormí por primera vez una noche completa, el día que enterré a mi marido y el Fernando se fue de la casa con una militante del partido socialista. Una gafa de lentes y pose de macho. Fernando siempre fue delicadito, hicieron buena pareja.
Al primero que me trajo un nieto le cerré la puerta en la cara. Pero con el tiempo entendí que los nietos me servirían más que los hijos sin que me cueste un real.
|