—Espero que sea una broma eso de terminar con nuestra sociedad.
—No, no lo es. Me apena decírtelo.
—Pues no pareces apenado. ¿Cuándo dejas el consultorio?
—A fin de mes cuando termine el contrato de arrendamiento.
—O sea, dentro de tres días, ¿es así?
—Tú debes de comprender, que no tiene caso seguir pagando renta, si ya no voy a usar el local.
—Sin embargo, yo tendré que pagar tu parte, ya que el contrato está a mi nombre y me estas avisando sólo con tres días de anticipación. Pero no importa, mi amigo no se fija en esos pequeños detalles, lo que interesa es que su desarrollo profesional suba y a mí que me cargue la chingada.
—No debes ser sarcástico, recuerda que siempre hemos sido buenos amigos. Debes ser compresivo en relación a que uno tiene que superarse.
—Y la paraestatal a la que le damos servicio, ¿en qué condiciones vamos a quedar?
—Yo siempre he sido franco contigo, por lo que es necesario que sepas, que ya renuncié al trabajo.
—El problema es que tú eres ginecólogo y yo pediatra. Tú tienes el contrato y yo soy el que te asiste en tus partos para recibir al bebé. Si renunciaste, automáticamente me renunciaste.
— ¡Qué quieres, así es la vida! Con tu preparación ya encontrarás otro empleo.
— ¡No jodas! Eso es cinismo puro.
— ¡Por favor, no te expreses así! Tengo que aprovechar que me han aceptado en el “Hospital de las Américas”
— ¿Y qué quieres que te diga? ¿Qué debo tomar tu deserción con toda elegancia, y recordar nuestras pláticas de estudiantes, cuando pensábamos que el éxito debe obtenerse a cualquier precio?
—Por eso, es que debes tomar las cosas con calma y filosofía, hoy me toca la suerte a mí, mañana a ti. ¿No crees?
—En realidad, si ya tomaste la decisión hay poco que discutir, ¡está bien! ¿Cuándo empiezas a trabajar en el “Hospital de las Américas”?
—De hecho, ya tengo dos semanas trabajando ahí, incluso ya me asignaron un consultorio provisional, mientras me construyen el definitivo.
— ¡Caray!, iba a preguntarte de donde sacarías el dinero, para cubrir la carísima acción que se necesita para ser socio del hospital, y sobre todo, para remodelar y equipar el consultorio definitivo que dices. Sé con certeza, que tu mecenas es el director del hospital y tu futuro suegro.
—Lo que pasa, es que eres mal pensado. Si me ayuda el director es por mi capacidad profesional y no, por razones de otra índole.
—Pues este director está forrado en billetes, y no sólo eso, sino que es el “padrino” de toda actividad médica, pues domina la escuela de medicina y las sociedades médicas, así que te felicito por tu mecenas.
—Para que veas que soy tu amigo, con mis contactos en el medio médico, procuraré que tengas las puertas abiertas en todos los hospitales, y te avalaré para que ingreses al “Colegio de Médicos”, recuerda que si no estás bien parado con ellos, te será muy difícil el ejercicio de la medicina.
—Me imagino que gracias a tu relación con el director, podrías ayudarme ¿es así?
— ¡Claro!, no tienes que enojarte conmigo, y desde luego no te hagas mala sangre en la creencia de que yo te fallé. Debemos seguir tan amigos como siempre.
—Tienes razón, hay que salir adelante. Ya buscaré donde me acomodo, al parecer hay esperanzas de que en la “caja de seguridad social” me den un puesto, al principio de suplente, pero en poco tiempo se puede llegar a la titularidad. Te agradeceré toda la ayuda que puedas hacer en mi favor.
—Te das cuenta que hablando se entiende la gente. Nos vemos después…
El amigo al acabar de beber su highball del fino whisky que ya acostumbraba tomar, se levantó parsimoniosamente y se fue, y él se quedó oyendo el murmullo de las pláticas de las mesas vecinas y diciendo: “hijo de la chingada” por lo bajo, repitiendo esta frase hasta que perdió todo sentido.
El interior de la inmensa nave era agradable, climatizado, tan amplio como una sala de estar; bellas aeromozas atendían con gentileza a sus selectos huéspedes.
George Walter Bush, el hombre más poderoso de la tierra, estaba todavía aturdido por el ataque a “Las Torres Gemelas”. Día fatídico, este once de septiembre, del año del Señor de 2001. El presidente del país más poderoso estaba murmurando en vos baja: “fucking, fucking, fucking black muslims, sons of bitch!” Sin captar todavía, el porqué fue subido al avión presidencial por decisión de su Estado Mayor, para más seguridad a la investidura presidencial que él representaba. Un asesor lo apremió: “Señor, es necesario tomar una determinación”, pero, él seguía murmurando: “fucking muslims, sons of bitch”.
El tiempo transcurría con su velocidad de siempre, la transpiración de los presentes aumentaba a pesar del ambiente templado que proporcionaba el moderno equipo de refrigeración, ésta no servía para aplacar los nervios de los presentes y más cuando observaban con disgusto el estado de ánimo de su jefe: alelado, absorto, distraído, pasmado. No sabían cuál adjetivo emplear.
De improviso, con un brillo mesiánico en su mirada, el hombre más poderoso del mundo dijo:
— ¡Aleluya, Dios me ha hablado! —Por un breve instante se quedó callado, alzando la voz siguió diciendo—, este fucking ataque, es la señal que el Señor de los Cielos nos envía, debemos atacar a los países del mal, para terminar con su malevolencia, su impiedad, y defender a la raza blanca que somos nosotros”.
“Y nos quedaremos con su petróleo”, pensó cínicamente el Secretario de la Defensa.
En el agradable ambiente del bar “Los caballeros templarios”, donde acudía lo más granado de la sociedad de su bella ciudad, al mirar a los parroquianos del lugar, pensó: “aquí acuden más para que vean que son prósperos, y no tienen miedo a las astronómicas cuentas que se cobra, malditos lugares de moda que nos hacen borregos de las costumbres”.
Al mirar su rostro en el espejo que adornaba la pared, un rostro crispado que reflejaba preocupación, sin el atractivo de una sonrisa que iluminara su estado de ánimo, y miró el rostro de los ocupantes de las otras mesas, tan anodinos eran esos rostros fantasmales, en contraste, con el rostro de su amigo, que acorde con la alegre música que envolvía al ambiente, se hacía patente la felicidad en la amplia sonrisa que adornaba su agraciado rostro, además, la elegancia de su vestimenta que identificaba al profesionista exitoso. “Me gustaría romperle la cara”, pensó.
—Espero que sea una broma eso de terminar con nuestra sociedad. Maldito cabrón, así que ahora que ya ligaste con la hija del director del “Sanatorio las Américas” y éste, te ofrece colocarte como ginecólogo de las señoras de la alta sociedad, me has citado aquí donde la gente de dinero se reúne y está mal visto hacer un escándalo, como romperte la madre.
—No, no lo es. Me apena decírtelo —dijo el amigo.
—Pues no pareces apenado. No andes con sandeces, no te creo que estés apenado para nada. Al contrario debes de pensar que ya quieres terminar con esta situación. ¿Cuándo dejas el consultorio?
—A fin de mes cuando termine el contrato de arrendamiento —contestó el amigo.
—O sea, dentro de tres días, ¿es así? ¡Ándale, dentro de tres días, ya ni chingas! El contrato de arrendamiento no se vence, lo que termina es el mes. Todo lo has planeado muy bien, para ahorrarte unos méndigos centavos.
—Tú debes de comprender, que no tiene caso seguir pagando renta, si ya no voy a usar el local —respondió el amigo.
— Lo que comprendo es que cuando tú terminaste la residencia y estabas bien jodido de dinero, me convenciste de que pusiéramos un consultorio, ya que éramos muy buenos amigos y nuestras especialidades son compatibles. Yo de pendejo te creí, y ahí me tienes pidiéndole a mi papá dinero para amueblar a todo lujo el consultorio. Bien sabes que mi padre no es rico, así que he tenido que irle pagando poco a poco el préstamo, y tú grandísimo cabrón con lo único que has cooperado y eso con retrasos, es con la mitad de la renta del local, y ahora me dejas con la bronca de pagar la renta completa. Sin embargo, yo tendré que pagar tu parte, ya que el contrato está a mi nombre y me estas avisando sólo con tres días de anticipación. Pero no importa, mi amigo no se fija en esos pequeños detalles, lo que interesa es que su desarrollo profesional suba y a mí que me lleve la chingada.
—No debes ser sarcástico, recuerda que siempre hemos sido buenos amigos. Debes ser compresivo en relación a que uno tiene que superarse —dijo el amigo.
—Y la paraestatal a la que le damos servicio, ¿en qué condiciones vamos a quedar?
—Yo siempre he sido franco contigo, por lo que es necesario que sepas, que ya renuncié al trabajo —contestó el amigo.
—El problema es que tú eres ginecólogo y yo pediatra. ¡No me chingues! Tú tienes el contrato y yo soy el que te asiste en tus partos para recibir al bebé. Si renunciaste, automáticamente me renunciaste.
— ¡Qué quieres, así es la vida! Con tu preparación ya encontrarás otro empleo —dijo el amigo.
— ¡No jodas! Eso es cinismo puro.
— ¡Por favor, no te expreses así! Tengo que aprovechar que me han aceptado en el “Hospital de las Américas” —dijo el amigo.
— ¿Y qué quieres que te diga? ¿Qué debo tomar tu deserción con toda elegancia, y recordar nuestras pláticas de estudiantes, cuando pensábamos que el éxito debe obtenerse a cualquier precio? La culpa la tengo yo por pendejo y creerte, recuerdo que desde estudiante, eras tú el que decía: “debemos buscar el triunfo a cualquier precio”. Desde entonces debí darme cuenta de lo gandaya que eres. Sin embargo la vida continua y…
—Por eso, es que debes tomar las cosas con calma y filosofía, hoy me toca la suerte a mí, mañana a ti. ¿No crees? —Cuestionó el amigo.
—Esta discusión vale madre. Manera elegante de darme en la ídem. En realidad, si ya tomaste la decisión hay poco que discutir, ¡está bien! ¿Cuándo empiezas a trabajar en el “Hospital de las Américas”?
—De hecho, ya tengo dos semanas trabajando ahí, incluso ya me asignaron un consultorio provisional, mientras me construyen el definitivo —contestó el amigo.
— ¡Caray!, iba a preguntarte de donde sacarías el dinero, para cubrir la carísima acción que se necesita para ser socio del hospital, y sobre todo, para remodelar y equipar el consultorio definitivo que dices. ¡Qué “braguetazo” tan chingón has dado, grandísimo cabrón!, se necesita mucho dinero para cubrir la carísima acción para ser socio del hospital, además saldrá súper costoso remodelar y equipar un consultorio de lujo. Y tú, ni madres que tengas dinero, pues todo te lo gastas en “trago y viejas”. Entonces el que va a “palmar con la lana” es tu futuro suegro. Sé con certeza, que tu mecenas es el director del hospital y tu futuro suegro.
—Lo que pasa, es que eres mal pensado. Si me ayuda el director es por mi capacidad profesional y no, por razones de otra índole —dijo el amigo.
—Pues este director está forrado en billetes, tenemos muchos años de conocernos, desde los primeros años de la universidad, cuando ibas de “gorra prieta” a la casa de mis padres. ¡Si parecías abonado, cabrón! Con eso de que le hacías ojitos a la zonza de mi hermana, mi pobre mamá te miraba como un prospecto maravilloso de yerno, y te preparaba de cenar delicadezas una noche si, y otra también, diciéndote: “las ha preparado la niña”. No sé, si le diste un llegue a mi hermanita. Aunque en este momento estoy pensando que sí. Así que por favor “no me veas la cara de tu pendejo”. El chisme que corría entre las enfermeras, es que te vas a casar con la flacucha y fea hijita del director, yo, soy sincero no lo creía, ya que como eres “carita” tus conquistas, qué son un “madral”, siempre han sido de féminas de buen ver. ¡Claro! Casarte con esta pobre chava, en nada cambiará tu vida de conquistador de bellas damas. Lo que te interesa es el dinero y el poder que tiene el papá, y no sólo eso, sino que es el “padrino” de toda actividad médica, pues domina la escuela de medicina y las sociedades médicas, así que te felicito por tu mecenas.
—Para que veas que soy tu amigo, con mis contactos en el medio médico, procuraré que tengas las puertas abiertas en todos los hospitales, y te avalaré para que ingreses al “Colegio de Médicos”, recuerda que si no estás bien parado con ellos, te será muy difícil el ejercicio de la medicina —dijo el amigo.
— ¡Ah güey, ahora sí, me tienes agarrado de los “güevos”!, aunque mi ingreso en el “Colegio Médico” ya está autorizado, y sólo necesito presentar un trabajo en la siguiente sesión del colegio, pero, si tu futuro suegro no está de acuerdo, ¡en la madre! La manera entonces en que me ayudarías, sería que tanto tú como el pinche director no hablen mal de mí. Me imagino que gracias a tu relación con el director, podrías ayudarme ¿es así?
— ¡Claro!, no tienes que enojarte conmigo, y desde luego no te hagas mala sangre en la creencia de que yo te fallé. Debemos seguir tan amigos como siempre —contestó el amigo.
—Tienes razón, hay que salir adelante. Creo que por primera vez en nuestra vida me hablas con sinceridad, y me imagino que el motivo es que no quieres que yo ande de chismoso, diciendo lo cabrón que eres, pero, eso no quita que tienes estilo para chingar. Ya buscaré donde me acomodo, al parecer hay esperanzas de que en la “caja de seguridad social” me den un puesto, al principio de suplente, pero en poco tiempo se puede llegar a la titularidad. Te agradeceré toda la ayuda que puedas hacer en mi favor.
—Te das cuenta que hablando se entiende la gente —dijo el amigo— Nos vemos después…
Al irse el amigo, un cúmulo de pensamientos encontrados nublaban su mente, la melodía “las hojas muertas” tan apreciada por él, a pesar de que era la música de fondo en ese momento, no le decía nada, al igual que el murmullo de las pláticas de la mesa vecina y diciendo: “hijo de la chingada” por lo bajo, repitiendo esta frase hasta que perdió todo sentido.
Barack Obama, el hombre más poderoso de la tierra, junto a miembros de su gobierno, observaba con atención a sus marines de élite, que en una operación que duró escasos 40 minutos, cual vil cucaracha aplastaban al jefe del eje del mal: Osama Bin Laden, de dos tiros —uno en el pecho y otro en la cabeza—. Sus restos mortales fueron enterrados en el mar, multitud de peces banquetearon con ellos. Había desaparecido para siempre la excusa perfecta para las guerras del imperio.
El ex presidente Bush al observar las noticias por CNN internacional, desde luego en la TV de paga, le comentó a su amigo Dick Cheney:
—Dios estará satisfecho, espero que el fucking Osama se esté pudriendo en el infierno.
— ¡Claro que sí!, y aunque el negrito Barack se apropie de este éxito, la gente blanca comprende que gracias a nosotros, la anterior administración presidencial, fuimos los artífices que pusieron en su lugar a los “fucking” pueblos árabes —opinó Dick. Y pensó: “nos importaban poco estos “dirty” pueblos, había que “screwing”, pues lo realmente importante es que ya explotamos su petróleo”.
—Y lo hicimos con estilo —dijo satisfecho el ex presidente.
—El estilo Bush —dijo Dick.
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