Un sueño profundo, un estado de coma espiritual, un esfuerzo que te lleva a agonizar mentalmente, cansancio, odio hacia la injusticia, el estómago achicado y la mente esparcida, sentimientos de engaño por las esperanzas autoinculcadas, frustración, simplismo...entre todo ello hay un camino y, casi sin fuerzas, avanzo. No tengo dónde apoyarme ni descansar, si miro a mi alrededor todo está vacío, esa niebla blanca y espesa me ciega. Entorno los ojos intentando agudizar la vista, al fondo visualizo sólo una sombra, no está nítida, no puedo identificarla, pero sé que estás ahí, sé que eres tú, que me proteges y que, como yo, sientes esta sensación de que te arrancan las entrañas. De repente dos lágrimas, de pena y de alegría, ambas por recordarte...suelo pensar en nuestras manos, tocándose dulcemente, sin esperanza, sólo comprendiendo y soportando el peso del dolor que estaba por llegar, el tuyo ya sólo en tu cuerpo, el mío en mi mente. La impotencia tras ese duro golpe, que me ha llegado al alma, no se marcha. Confundo los sentimientos, los pensamientos, el camino, la esperanza, los recuerdos, las ganas, los sueños y hasta en los mejores momentos me siento llena de nada. Me ha quedado ese vacío que, cuando se convierte en sentimiento, se vuelve nostalgia. No puedo desistir ni tampoco seguir, estoy aquí, mírame y enciéndeme una vela para que pueda guiarme hacia la luz en mis pensamientos llenos de niebla.
Para ti papá.
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