Creo haber mencionado en estas páginas, que en mis tiempos, la educación se debatía con sus mismos vicios y virtudes, diferenciados, eso sí, con una sucesión de matices. Los profesores de antaño, exigidos desde siempre por las metas, nos hacían pasto de sus propias angustias, amenazándonos con atemorizantes varillas, jalándonos las patillas y tirándonos las orejas cuando nuestras respuestas no les satisfacían. Castigos que lamentablemente, en la actualidad se han revertido, siendo ahora los alumnos quienes esgrimen puñales, pistolas e incluso estoques, tal si fuesen discípulos de Espartaco, prestos para la cruenta lucha. Son los profesores quienes en estos días, deben cuidarse de no ofender ni con una comilla mal puesta a estas fierecillas en ciernes, tan entrenadas para el combate artero, como ineptas para aprender las materias curriculares.
Recuerdo que siendo un pequeñuelo, mi madre me llevó de la mano a una escuela, de esas que ahora se denominan de educación básica. Varios otros chicos aguardaban también ser atendidos por el director de dicho establecimiento, el señor Canobra, un personaje rubicundo y de voluminosa estampa.. El expediente para ingresar era bien simple: una pregunta para evaluar conocimientos de historia, otra que medía conocimientos matemáticos y la última, que verificaba la ortografía. La mayoría se mostró muy segura en sus respuestas, siendo aceptados cada uno de esos chicos. Cuando me tocó a mí, no contesté ninguna de las tres preguntas, fallé hasta en una suma de lo más simple, pero llevaba de la mano mi arma secreta.: mi madre, mujer buena moza y de suaves modales, que debió encandilar al tal director, tanto, que fui admitido en dicho colegio, prometiendo el señor, que se me brindaría protección especial.. Esto, porque yo era bien pajaronazo y sería víctima de las hordas con las que cohabitaría durante mi quehacer estudiantil.
Como envidio ahora a esos párvulos que deben disertar delante de sus compañeros, bailan en grandes escenarios y posan como verdaderas estrellas delante las cámaras de sus familiares. Esa fue la génesis de las Camila Vallejo, de los Giorgio Jackson, de todos aquellos jóvenes paladines que con un pequeño impulso treparán muy pronto al tinglado político del país y serán los que relevarán a todos los políticos actuales.
Visualizo, en este escenario crucial, un año académico, recortado durante más de tres meses, por multitudinarias marchas, huelgas de hambre, apaleos, detenidos y declaraciones rupturistas, y que se ve asediado por el calendario, mientras la concordia aún no se avizora en el horizonte. Imagino pues, que la solución para promover a los alumnos, no será otra que la brindada en mis pretéritos años por el señor Canobra: tres preguntas, una por cada ramo consular. Si yo pude sobrevivir a esa instancia, los estudiantes actuales, ni que decir...
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