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Cuando desatinar era lo único atinado que hacía y sin permitirme alegato alguno, mi primera novia me botó. Y lo hizo, siendo dos años menor que yo, apoyándose en la visión prematura de la mujer. Además, porque ya había interpretado el lenguaje al unísono de la comunidad que nos vio crecer; cosa, que ni por asomo yo me daría por enterado. Porque el adolescente masculino vive creyéndose un ser original e incógnito, en medio de una masa que domina todos los vericuetos de la genética que ha intervenido en su procreación.

A Dilcia la conocí antes de hacerse notoria por los brotes que en una niña una mañana les florecen. No obstante, era ya un proyecto de rubia con un cuerpo de perfiles espectaculares y una estatura que rompía con los moldes típicos de las otras isleñas. Realmente mostraba una gran corpulencia para sus diez y seis abriles y su diseñador, parece que se detuvo en su boca para darle bordes simétricos; del mismo modo que sus ojos los hizo competir con la génesis de su nariz. Sin embargo, lo inmensamente armonioso en élla, era la tonalidad de su piel con el oropel que se encendía en su pelo.

Si soy sincero, tengo que admitir que no puedo recordar el momento en que me dijo sí. Ní siquiera si fue noche o día, en la calle o en una casa. Lo cierto fue que me sorprendí a mi mismo siendo su novio y sin que mediara una plataforma de lanzamiento, un plan estratégico; combinado con algún vestigio de persecusión o la recordable sensación de los sudores, temblores y palpitaciones. Lo nuestro, simplemente, fue caer en una emboscada que nos tendió el destino. También, el haber obedecido a abstractas directrices que operan como enlaces de sentimientos, de una forma u otra, incompatibles.

Así pues, que durante un apreciable tiempo, caminamos en direcciones opuestas. Mi escuela, que era la secundaria, estaba al norte del pueblo, mientras que la suya, que era la intermedia, fue hecha al extremo sur. Y si me decía que su clase tendría una excursión a la mina de azufre, resulta que ya regresaban todos caminando en el momento que yo partía hacia allá montado en un tractor. Y si el plan era vernos en una fiesta; mientras yo tocaba, ella tenía que bailar con otros. Era como si se tratase de un juego de oposición. Hasta que una soleada tarde, después de haber salido del Liceo y haber hecho un ajuste instintivo en el camino hacia la fábrica de calzados dónde laboraba, de suerte que pudiera olfatearla, la alcancé a ver de espaldas a una porción de palizada con ojos endemoniados y un conato de trueno en sus labios.

Entonces me detuve y sin perder ninguna expresión de su rostro, mi boca soltó un: ¿Qué ha pasado? A lo que, incoherentemente, me gritó---¡Rodolfo!, -- ¡Yo a ti te quiero no mucho, sino muchísimo, y quizás nunca deje de quererte, pero jamás volveré a ser tu novia!--. Al escucharla supe que no había ningún resquicio por dónde pudiera penetrar un cuestionamiento. Así, que todo se redujo a proseguir mi camino.

Y ahora, después de haber pasado, no mucho, sino muchísimo tiempo y que tengo el atrevimiento de escribirlo, doy fé y testimonio de que, por lo menos, una de las partes de esa promesa mixta, la cumplió a cabalidad.

Texto agregado el 24-09-2011, y leído por 364 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
01-11-2011 Es un relato que me llama la atención porque además de identificarse el lector con la trama, tienes mucha claridad en la descripción ambientas muy bien al personaje en los tiempos de la adolescencia. lo disfruté mucho. SS. servusdei
20-10-2011 ¡Que buen cuento compañero! más de alguno de sus lectores se habrá sentido identificado, la adolescencia ... ¿quién no la recuerda? ... siempre desatinando y perdiendo las novias más lindas. ¡Nostálgicos recuerdos! pero inolvidables. zimarron
16-10-2011 Muy bueno. Tu cuento me ha recordado un par de chicas, de ésas que es difícil olvidar; pero que tienes que hacerlo, porque ya no entras en su mundo. Saludos, Peco. maparo55
25-09-2011 Bello escrito, amigo. Hay reflexión y aceptación de un hecho que no tuvo marcha atrás; y se nota un pequeño dejo de nostalgia como un suspiro que no se puede contener. Me encantó. Lo disfruté. Un abrazo grande. SOFIAMA
24-09-2011 Muy tierno, una remembranza que tal vez se convirtió en fantasma mal exorcizado- Me lo llevo. Al margen: ¿Publicas tus trabajos en este mundo de las banquetas? son brillantes. malayo
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