El gato gris está triste.
El mar azul en sus ojos
nos oculta las centellas
de soles primaverales.
Su faro de cazador
huele un profundo vacío
que sobrecoge mi alma.
Cuando miro de soslayo
su fragilidad al viento,
soy fragmento tosco
perdido en la distancia.
Con gratitud ronronea
si le hablo con ternura,
y un maullido que pide
el alivio que vive
inherente a la muerte,
confirma que sola estoy,
soy un boceto del tiempo
la interjección de asombro
que busca siempre respuesta.
El tigre no está triste,
ruge y salta tan alto
que vuela sobre el tejado.
Ha llegado a la cima.
Leila A.Schiele
Texto agregado el 24-09-2011, y leído por 414
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