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Tres meses, tan sólo llevo tres meses trabajando bajo el brazo de este hombre iluminado, estudiador de las ciencias y con inquietantes nociones y pensamientos sobre el hombre, Kamerlingh, se llama él, está obsesionado con el conocimiento, desea saberlo todo, ya es un verdadero maestro de la química, las partículas y sus componentes, su mente lo llevará a grandes lugares, a un viaje intelectual inigualable hasta ahora.

En recientes días, tuvimos una charla curiosa, un poco inquietante, pero mi maestro planteaba incógnitas interesantes: ¿Cuál es el componente que hace al hombre un hombre? ¿Cómo es posible que nosotros seamos los únicos animales que podemos pensar? Si el alma existiese, ¿De qué estaría compuesta? ¿Pueden las relaciones entre las personas estar condicionadas por agentes químicos? ¿Son los sentimientos el resultado de la biología de nuestro cuerpo? ¿Nuestras células son pensantes?

No podría ni imaginar la respuesta a cualquiera de esas preguntas, es simplemente asombroso como alguien puede llegar a plantearse todo aquello, sin embargo, sólo un científico podría tener la capacidad de llegar a hacerlo.

Siento curiosidad y, aunque todavía soy joven, sé que algunas respuestas llegarán con el correr del tiempo, con dedicación y estudio, a través de la experimentación, pues la ciencia es el punto más alto al que puede llegar el ser humano para explicar su entorno.



Varios meses han pasado, mi maestro ha cambiado progresivamente su actitud, su cara, ahora pálida, tiene un semblante de locura, se le nota nervioso, le observé hablando con alguien y reaccionando de forma violenta, el ambiente es muy intranquilo; me ordenó traer varias ratas, ahora me estoy deshaciendo de ellas pero han llegado hombres vestidos de negro con jaulas, dentro de ellas, monos y chimpancés, creo que experimentaremos también en ellos, no sé si dimitir o exigir una explicación, mi maestro se acerca y me observa, callado e inmutable, reacciono y pregunto.

— ¿Qué sucede?

Aún sin respuesta, mi maestro saca sus manos del delantal, entre sus dedos puedo ver una jeringa, mi rostro debe reflejar miedo y preocupación, intento apartar la mirada de aquella aguja metálica, fracaso en el intento, sin embargo, el destino de la inyección termina siendo uno de los monos que se encuentra contenido con cinturones, de varios gritos enérgicos pasa a un apagado mascullar, sus pobres ojos vacíos de luz, no albergan la mas mínima esperanza de sobrevivir, mi maestro lo ha sacrificado.

Sigo anonadado, Kamerlingh murmura algunas frases mientras examina al animal, de lo poco que entiendo, capto que habla de un medicamento que adormece y realiza un proceso en el cerebro apagando sus funciones vitales lentamente hasta terminar en un paro cardiovascular. Me parece horrible, terrible lo que está sucediendo, mi maestro, está cometiendo una barbaridad, no entiendo el por qué, tampoco quiero saberlo.

No entiendo, con el paso de los días, me ha faltado la sensibilidad que poseía, sigo ayudando a mi maestro, me ha dicho que únicamente es cuestión de tiempo para encontrar la respuesta, que ya pronto entenderá algo que ha estado anhelando, la verdad no logro comprenderlo, las ansias, el desespero, la crueldad. Crueldad que ha desbordado los límites, ahora mi maestro, si todavía puedo llamarlo así, ha decidido empezar a experimentar en humanos, de alguna forma ha traído cuerpos de la morgue, según me dice él, es un trato con el gobierno, si este es el precio de la ciencia, no estoy dispuesto a continuar, esta situación debe parar, ahora mismo, aquí mismo.

Confronto a mi antiguo maestro, el sonríe, se queda callado ante mis alegatos, me observa de forma intrusiva, atacándome con la vista, parece no entender mis palabras, empiezo a mover enérgicamente mis brazos, mis gestos faciales son cada vez más atropellados, más rudos, el agredido me interrumpe poniendo su mano izquierda sobre mi hombro, concentra su mirada al suelo y alcanzo a ver su brazo derecho como un rayo que me noquea.



Despierto, estoy atado, miro a mi alrededor sólo para encontrarme a otras personas, sus pechos se dilaten, continúan vivos, Kamerlingh ha avanzado con sus experimentos, ahora soy uno de sus muchos sujetos de prueba, moriré si no escapo, moriré si no me libero, pronto moriré.

En medio del desespero, recuerdo tener una pequeña cuchilla en mi delantal, intento alcanzarla con éxito, corto los cinturones de forma exasperada, me alcanzo a cortar la parte inferior del brazo pero me paro rápidamente y procedo a liberar a las demás víctimas.

Al empezar a cortar uno de los cinturones, escucho a Kamerlingh acercarse, veo a los ojos al hombre atado y le digo que volveré por él, pronto regresaré con las autoridades para acabar esta atrocidad, mi antiguo maestro, viejo y loco, se entera de lo sucedido al verme, salgo corriendo lo más rápido posible sin mirar atrás, escucho su agitada respiración detrás de mí, sus estruendosos pasos persiguiéndome, llego finalmente a las afueras del laboratorio, miro atrás pero su figura no se encuentra en mi visión, ha dejado de perseguirme.

Acudo inmediatamente a la estación de policía, ellos tienen la autoridad para arrestar a Kamerlingh, pronto esta pesadilla acabará, llegamos con premura, una figura en la oscuridad se desplaza ágilmente por los laboratorios y el culpable de todo el terror no es capturado, afortunadamente, aún hay sobrevivientes, entre ellos, el hombre que había observado con anterioridad; salimos del laboratorio pero alcanzo a ver que los cilindros de metano están rotos, grito con todas mis fuerzas pero es tarde ya, una gran explosión y un mar de lágrimas se manifiestan en este lugar cercano a la urbe, varios uniformados han muerto, también algunos de los hombres capturados, la noche es tristeza.



Los sobrevivientes hemos formado un fuerte lazo con el paso de los años, la mayoría nos reunimos semanalmente para discutir nuestra vida diaria, yo, por otro lado, he encontrado a un hermano en Brommel, la persona que rescaté, mi antiguo maestro ha desaparecido, no se ha vuelto a saber de él, al parecer encontraron sus restos, pero no pudieron confirmar su identidad, temo que algún día aparezca de nuevo alguien como él.

Es tiempo de la reunión de esta semana, llego con anterioridad, me encontraba cerca de la zona, me preparo algo de beber y observo por la ventana a las personas pasar alrededor. Ya es la hora, nadie ha llegado, qué habrá sucedido, quizás me habré equivocado de día.

Brommel llega y me saluda con una sonrisa, conversamos algunos minutos, pero los demás todavía no llegan, me empiezo a preocupar, me paro y me dirijo hacia la ventana para observar la calle pero siento un pinchazo en mi cuello, alcanzo ver quien ha sido el atacante: Brommel.

Despierto aturdido, no entiendo lo que sucede, me siento somnoliento, no puedo pensar correctamente y mi vista está muy borrosa. Brommel camina hacia mí y me inyecta, reconozco esa sustancia, su color, su olor, es aquella que usaba mi maestro. Acerca su cara a mi oído y me susurra.

— Lo siento mi querido alumno, ya he encontrado las respuestas que necesito, ahora tomaré prestado tu rostro, pues tengo nuevas preguntas e inquietudes, no te sorprendas puesto que tengo el poder de tu dios y sabiduría es lo que deseo. Descansa, pequeña e insignificante criatura.

Texto agregado el 23-09-2011, y leído por 446 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-09-2011 Wow, me dejaste sin aliento, me has hecho pasar de una situación a otra con una vertiginosidad increíble; uno no se pierde. Y el final es preciso pero además con el doble reflejo explicativo sobre Brommel y el Maestro. Muchas Felicidades y gracias por compartirlo. ***** AiledZullZayhev
23-09-2011 Muy bueno, me atapó tu intiga, felicidades!***** sirio
 
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