Ya van tres días de apagón; el lunes a las diez y media la ciudad se quedó a oscuras. Todo dejo de funcionar.Dentro de las casas no se podía ni freír un huevo pues todo era eléctrico, Se encienden velas, se habla y se recurre a viejos juegos, de comida alguna lata fría y entre medias miedo y desesperación.
Al principio la gente piensa que sera cuestión de horas, pero el tiempo va pasando y la ciudad sigue a oscuras.
Las mujeres del barrio están preocupadas, llevan días sin poder poner un plato caliente en la mesa y los restos que había en la nevera o se han acabado o se han ido estropeando.
La señora Adela se asomó a la ventana y llama a sus vecinos:
-Comadres, bajar al patio, tenemos que hablar.
Todos fueron bajando:
-Tenemos que organizarnos, creo que esto va para largo y pienso que si nos juntamos podemos llevar esto mucho mejor-
-¿Y qué propone usted?
- Para empezar os diré que yo no puedo cocinar nada pero que sí tengo bastante comida en la despensa que nos puede quitar el hambre, hay harina, legumbres, pastas, aceite, varias latas...solo necesitamos un fuego y puede que alguno de vosotros lo tengaís.
-Entiendo, dijo daña Ursula, yo tengo un infernillo, podemos bajarlo todo y montar una cocina comunitaria.
A eso me refiero, seguro que entre todos podemos abastecernos. Vamos a llamar a los hombres para que nos ayuden.
Fueron bajando, llevaban días aburridos sin poder trabajar y sin saber que hacer. Salir a la calle era peligroso con la que estaba cayendo,vandalismo, saqueos, asaltos...
Doña Adela lo fue organizando todo, en una esquina del patio pusieron una mesa grande, con tablas y pales se organizo una cocina.
Todos los vecinos bajaron los cacharros, cacerolas y enseres, también aquello que quedaba en las cass y que podía ser comestible.
En poco tiempo había una olla humeante en el fuego y el patio aolía a gloria.
Los chiquillos también bajaron al patio, en el renacieron canciones y juegos olvidados, Jorgue hizo bailar su peonza y las niñas jugaban a la comba.
Alguien bajo con una guitarra, otro con un tambor, el señor Joaquín, el que casi nunca hablaba saco una voz grabe y desgarrada que nos puso los pelos de punta.
Así pasamos el día, por la noche encendimos una hoguera y al calor de la lumbre surgieron cuentos e historias, los viejos contaron mentiras y los chavales chistes y chascarrillos.
Contamos estrellas, descubrimos de nuevo la luna y nos acostamos muy tarde, con una sonrisa pintada en la boca.
Amaneció otro día sin luz pero ya no estábamos preocupados. En el patio se respiraba seguridad aunque la ciudad entera era un caso.
La señora Fátima preparó unos panes en la lumbre y entre todo lo que teníamos se hizo una olla para chuparse los dedos.
Esa noche fue mágica. Don Esteban y el señor Juan, carpinteros de profesión prepararon un escenario y los chavales se inventaron una obra de teatro que ensayaron durante todo el día.doña Adela los fue vistiendo con sábanas viejas y retazos de telas y doña Juanita los maquilló como si fueran grandes artistas.
El apagón aún duro días en los que surgieron amistades, noviazgos y camaderías.
Al octavo día volvió la luz y todos nos pusimos muy contentos.
Vuelta al colegio, al trabajo y a las labores diarias, Volvimos a las casas, a la televisión y a la rutina de siempre, pero nos acordamos del patio y fuimos bajando. Primero los chicos y detrás fuimos los demás.
Esto tiene que continuar, ¿qué os parece si montamos un huerto?, dijo alguien.
Elegimos un rincón al sur donde crecerán lechugas y tomates.
La vida continuó en el patio, los lunes había teatro, el escenario creció y ahora tiene un telón con trozos de telas de todas las vecinas, el mantel de cuadros de doña Elvira, la falda de volantes de Ursula o esa tela de flores amarillas de un vestido de cuando Paquita estaba más delgada. El miércoles tocaba asamblea, donde se proponían ideas, con turno de palabra y un tiempo para cuentear.
Los viernes cine, con el viejo proyector de don Alfonso y los sábados verbena; el patio se llenaba de farolillos de colores, limonada y música de baile que duraba hasta bien entrada la noche.
Y sobre todo alegría y risas que se extendían por todo el barrio.
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